Infundibulum Scientific

DE LA INDEPENDENCIA POLÍTICA A LA INDEPENDENCIA CULTURAL EN AMÉRICA LATINA: EL HISPANISMO EN CUESTIÓN

SAKOUM Bonzallé Hervé
Université Alassane Ouattara
sakoumb@yahoo.fr

Résumé

Mots-clés, Keywords, Palabras clave

afrodescendientes, hispanismo, indígena, latinoamericano, literatura, libertad
afro-descendant, hispanisme, indigène, latino-américain, littérature, liberté
african descendant, hispanism, native, latin American, literature, freedom

TEXTE INTÉGRAL

Introducción
Antes de afirmar sus motivaciones económicas y políticas de la empresa colonizadora, los europeos justificaron su viaje fuera de las fronteras del Viejo Mundo por razones evangelizadoras. Tal misión era noble ya que respondía al llamamiento del Cristo a la conversión: «Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo». Fue así como, con las bendiciones de los Reyes Católicos, los misioneros españoles orientaron las miradas hacia el Nuevo Mundo y se dedicaron a la intensa actividad evangelizadora en América latina. Aquella empresa selló el destino de dos pueblos, por un lado, los españoles y, por otro, los latinoamericanos. Desafortunadamente, las relaciones entre ambos no fueron siempre de buen ambiente. Aunque realmente fue proclamada la Buena Nueva de salvación, cabe señalar que la colonización que tuvo lugar más tarde en el subcontinente fue una verdadera tragedia. Esta situación, con los alzamientos y las luchas independentistas que estallaron, ponen el hispanismo en tela de juicio. ¿Cómo las élites latinoamericanas llegaron a salir de la dominación política y cultural de la metrópoli española? ¿Cómo se manifestó el sentimiento antiespañol? ¿Y en qué situación se encuentra actualmente el asunto en América latina? Estas preguntas serán el foco de nuestro análisis. Para ello, nos basaremos en la sociocrítica, el método a partir de lo cual relacionaremos las estructuras sociales con las realidades descritas en los textos literarios. Primero mostraremos cómo se usaron la espada y la pluma en el proceso de descolonización de América latina, Luego estudiaremos el papel de las generaciones romántica y modernista frente a la independencia cultural. Y en último lugar, nos alargaremos en la situación de las minorías étnicas.
1. La espada y la pluma en el proceso de descolonización
Después de cuatro siglos de dominación española, se abre una nueva página en la historia del subcontinente latinoamericano. Las acciones de dos personalidades serán decisivas en este giro histórico: el compromiso del libertador Simón Bolívar y la contribución del líder sin igual, José Martí.

1.1. El compromiso de Simón Bolívar
En 1783 nació Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios en la provincia de Venezuela. Huelga decir que el futuro Libertador era de linaje noble. En Los orígenes reales de Simón Bolívar: ¿descendiente de la nobleza europea? presentado por el Nacional Web (2018), se afirma:
Entre los antepasados de Bolívar, destacan: Eric III, Pedro duque de Cantabria, Biorn III, Fruela de Cantabria (hermano del Rey Alfonso de Asturias). Rey Sigurd Hiort, García Jiménez, Bermudo I, Eduvigis Rey de Germania, Violeta de Hungría, Don Alfonso II, Don Jaime El Conquistador, Yolanda de Hungría, Don Pedro II, Manfredo Rey de Sicilia, Felipe I Rey de Francia, Refil Bjornsson, Pelayo el restaurador de la monarquía española, etc.

En la Venezuela de entonces, la cuestión de la limpieza de sangre era la consigna. Para la gestión de todos los sectores de actividad, se hacían, ante todo, las diferenciaciones entre los blancos recién desembarcados de España y los blancos nacidos en tierras americanas. Los mandamientos de justicia y el amor al prójimo quedaban confinados en las cuatro paredes de las iglesias. En cuanto a los negros y los indígenas, no eran más afortunados en la gestión colonial de las relaciones humanas. Simón Bolívar evolucionó en este contexto donde las injusticias y frustraciones de las clases desfavorecidas se hacían cada vez más estridentes. No se contentó con su título de nobleza y los privilegios correspondientes para mantenerse por encima de la lucha. Decidió bajar a la arena y blandir la espada para la defensa de los valores que consideraba como nobles.
Ingresó primero en el ejército al servicio de la Corona española, el Regimiento de Blancos de los Valles de Aragua. Luego, se cambió de bando y se alistó en la milicia dirigida por Francisco de Miranda en su campaña revolucionaria contra las tropas coloniales. Frente al fracaso de la expedición emprendida por El precursor Miranda, Simón de Bolívar encabezó el movimiento independentista poniéndose a corregir los errores de su predecesor. Se comprometió a no abandonar la lucha hasta que alcanzara sus objetivos. Así fue como, en 1805, hizo este juramento: «Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español» (Simón Bolívar citado por I. O. Rugeles, 2020)
Para traducir las palabras en hechos, en 1813, el general Bolívar declaró la “Guerra a muerte” a los españoles. Estaba tan obsesionada por la cuestión de libertad que decidió defenderla contra viento y marea. Fue así como, a imagen de Don Quijote contra los molinos de viento, el independista lanzó este desafío: «Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca» (R. Arraíz Lucca, 2013). Recibió, por sus hazañas en la contienda, el título honorífico de Libertador de Venezuela por el Cabildo de Mérida. Siempre decidido, emitió el 7 de septiembre de 1814 el Manifiesto de Carúpano donde declaró de nuevo: «Yo os juro que Libertador o muerto, mereceré siempre el honor que me habéis hecho, sin que haya potestad humana sobre la tierra que detenga el curso que me he propuesto seguir hasta volver segundamente a libertaros» (M. Pérez Vila, 2010, p.54).
Finalmente, el general Bolívar cumplió con su promesa. Partiendo de la abolición de la esclavitud en su Venezuela natal, tras más de veinte años más de contienda, llegó a liberar todos los territorios en manos españolas.
1.2. La contribución de José Martí
Los hombres de letras no podían conformarse con contemplar el ambiente pernicioso que ofrecía la situación política, de ahí la entrada en escena de la pluma a modo de contribución. Actuando así, abren un espacio literario en lo cual «se incorporan la historia y sus contradicciones» (Edmond Cros, traducido por Escobar Vera y Borrero Echeverry, 2017). Es principalmente el genotexto que corresponde «a los principales intereses de una sociedad en un momento determinado de su historia» (E. Cros, Ibid).
José Martí, de entrada, recuerda a sus lectores una de las cualidades del héroe de las independencias: «Un hombre solo no vale nunca más que un país entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa… Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad…» (J. Martí, 2001). No hace falta decir que las gestas bolivarianas tuvieron eco en el cubano Martí.
Reconocido con toda la razón como uno de los héroes de la independencia cubana, lo que caracterizó más a José Martí no era el manejo de armas, sino los discursos y los escritos. Sus diatribas contra la metrópoli colonialista le costaron el destierro a España. Aquella deportación, más que un castigo, fue purificadora (G. Rodas, 2015), por permitir al presidiario cubano culminar sus estudios y abrirse al mundo exterior. De regreso a Cuba, se afanó en despertar las consciencias de conciudadanos. Lo subraya en su ensayo Nuestro América: «Lo que quede de aldea en América ha de despertar» (J. Martí, 2015). Su país quedaba el último de los territorios latinoamericanos bajo la dominación del imperio español. Por consiguiente, la marcha hacia la independencia se imponía. Invitaba a los cubanos a seguir los pasos de Bolívar.
(…) de aquel cuyo nombre no se ha de decir, porque con evocarlo sólo ya las almas se subliman y elevan; del que por las astas tomó a la Naturaleza, cuando la Naturaleza se le oponía, y la volcó en tierra; del que cuando pensó en “poner una piedra fundamental para la libertad” en América no la pidió para la libertad de Venezuela, sino para la libertad sudamericana (J. Martí, Ibid)

La libertad ocupaba un lugar central en el discurso de Martí. Tenía que protagonizar no sólo las acciones políticas, sino también las creaciones artísticas. Con este respecto Julián del Casal afirmó que: «Las letras sólo pueden ser enlutadas o hetairas en un país sin libertad» (Patria, 31 de octubre de 1893). Fue en nombre de la libertad que Martí llegó a aparte de las normas literarias españolas. A través del libro Ismaelillo (1882), el poeta renovó los recursos de la lengua castellana, recurriendo a formas métricas en desuso en castellano. Esta originalidad le valió el título de iniciador del movimiento modernista en América latina.
Desde su postura política hasta las innovaciones que aportó en el campo de la literatura, la libertad era la palabra clave del pensamiento de José Martí. Inspiró a muchos políticos y letrados en la afirmación de lo americano.
2. Del romanticismo al modernismo latinoamericano: la libertad como lema
El Modernismo es el primer movimiento literario que surge en América latina. El subcontinente acaba de cerrar el capítulo de la dependencia cultural con una generación de artistas que se involucran en una literatura de raíz verdaderamente latinoamericana. En realidad, se fundamenta en el romanticismo que le cedió el testigo.

2.1. Los legados del romanticismo
El romanticismo nació en Europa, pero llegó a América latina marcando de forma muy especial el espíritu de las letras. La nueva corriente en América latina se relacionaba con las guerras de la independencia, una época de turbulencias sociopolíticas en la que se repudiaba a lo español.
Las nuevas naciones independientes asumían su propio destino. Desgraciadamente numerosos fueron los nuevos dirigentes cuyas acciones contrastaban con las promesas formuladas antes de su elección a la magistratura suprema. Las frustraciones de las poblaciones abundaban, mientras tanto se multiplicaban los conflictos civiles entre caudillos y déspotas. Frente al espectáculo de desencanto general, la corriente romántica se dividió en dos vertientes. El primero pretendía ser social, en flagrante reacción contra el clima político de entonces. Los románticos soñaban con una América libre de los regímenes totalitarios que ponían en peligro la estabilidad y el bienestar social de las poblaciones.
En cuanto a la segunda vertiente, el romanticismo sentimental, se involucraba en la expresión de los sentimientos, la exaltación de las pasiones, la contemplación de la naturaleza. En el contexto romántico latinoamericano, las cuestiones abordadas sacaban a flote la especificidad del subcontinente. Según comenta G. Montaldo (2021): «Los paisajes, como lo natural, corren parejos con el interés que se despierta por lo exótico, lo diferente». Dicho de otro modo, el patrimonio de las nuevas naciones independientes era para los hombres de letras una rica fuente de inspiración, en detrimento de las realidades españolas.
Con el romanticismo, se expresaba la libertad creativa apartada de las normas españolas. Y si llegaran a inspirarse de un modelo europeo, los poetas imitaban a los ingleses, italianos o franceses. Eso fue el caso de Rubén Darío con su libro de cuento y poemas Azul, cuyo título siembra la confusión con el concepto de «l’art c’est l’azur (el arte es el azur)» desarrollado por Víctor Hugo. El propio poeta nicaragüense, según los propósitos de A, Cermeño (2015), al rendir homenaje póstumo al francés se planteó la cuestión de saber «¿Quién viene después de Hugo?». Y contestó sin evasivas: «después de Hugo vengo yo».


2.2. La demarcación modernista
La línea de demarcación iniciada por la generación romántica se reforzó con el movimiento modernista impulsado por Rubén Darío. España, la Madre Patria, ya no era la estrella.
Por un lado, los latinoamericanos se preocupaban cada vez más por la identidad nacional y continental. Asumieron su condición de seres de simbiosis, no denegaban su sangre mezclada desde la raza blanca hasta la negra, sin olvidar los indígenas y los mestizos.
Por otro lado, los modernistas reexaminaban los cánones literarios españoles. Enriquecieron la poética con formas extranjeras, mezclándolas con las tradicionales, autóctonas. Inventaban versos nuevos, palabras nuevas, o introducían arcaísmo y latinismo en su lenguaje. La ruptura era casi completa En el prefacio a Cantos de vida y Esperanza (1905). Darío justificó las circunstancias de su planteamiento: «El movimiento de libertad que me tocó iniciar en América se propagó hasta España, y en tanto aquí como allá el triunfo está logrado. (…). En todos los países cultos de Europa se ha usado del hexámetro».
En efecto, la apuesta del poeta nicaragüense tuvo frutos en España. Lo evidencia Pedro González a través del estudio realizado sobre Rubén Darío:
(…) su influencia en España fue grande, y de hecho, poetas y autores de la los poetas y autores españoles de la Generación del 98 como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez o Ramón del Valle-Inclán. Bebieron de su estilo singular, ya que ni un solo escritor de aquel tiempo fue capaz de sustraerse al influjo poderoso que marcaba Rubén Darío a nivel internacional (P. González, 2018).

Así, es legítimo considerar el modernismo latinoamericano como un movimiento de la ruptura. La norma española que anteriormente se imponía, ahora cede ante las profundas reformas provenientes de las antiguas colonias. Por la búsqueda de una literatura e raíz verdaderamente latinoamericana, la alumna se convierte en profesora.

3. Los reclamos de los pueblos indígenas y afrodescendientes
Lo latinoamericano es el concepto ideológico que plantea el reto de la identidad, la cultura y la especificidad del ser latinoamericano. Si las cuestiones de limpieza de sangre o de esclavitud ya no estaban en el orden del día en las nuevas naciones independientes, por tomar en cuenta los principios de igualdad, justicia y libertad que les legó la Revolución francesa, seguía planteándose el problema de la visibilidad de los indígenas y los afrodescendientes.


3.1. Los reclamos de los pueblos afrodescendientes e indígenas
¿Qué es el hispano? La respuesta a esta pregunta se encuentra en el título del artículo de Alonso Junco (2015): «El mejor indigenismo es el hispanismo… que busca en el indio al hombre, no a las plumas». Para el escritor y académico mexicano, no existe ni la sombre de una duda sobre las relaciones intrínsecas entre hispanismo y el reconocimiento del ser latinoamericano tal como es verdaderamente. Sigue con su análisis subrayando que:
Lo hispánico no excluyó ni despreció lo indígena. Al contrario. Precisamente lo genuino, lo típico, lo singularmente glorioso de la Hispanidad, es el haber incorporado y fundido en sí, con abrazo de amor, tanto la sangre como las peculiaridades y excelencias aborígenes. Sin prejuicio ni soberbia racial, con sentido ejemplarmente cristiano, consumó España la fusión de sus gentes con las gentes nativas; y así surgió el gran mestizaje de América, que ofrece sin duda aportaciones y modalidades propias, pero que reconoce por común denominador la Hispanidad (A. Junco, Ibid).

La liberación de los territorios latinoamericanos, cabe recordar, no se hizo por la única voluntad de Simón Bolívar, sino con la contribución de todas las fuerzas vivas criollas, negras e indígenas. Hoy, considerada como una minoría étnica, los indígenas no aceptan que se pisoteen sus derechos o se viole su cultura. Así es como, para que no se aniquile a favor del castellano, Jorge Icaza defiende ferozmente el quechismo a través de su novela Huasipungo publicada en 1934. Al analizar la obra del escritor ecuatoriano, Soriano Salkjelsvik insiste en la cultura indígena en la búsqueda de visibilización. «Aun así, el proyecto del indigenismo, además hacer visible la explotación y interpelar por los derechos de los indígenas, fue también dar a conocer una cultura que se consideraba menudo olvidada y a la que era necesario acercarse para divulgar el aspecto social y multicultural de Latinoamérica en general». (K. Soriano Salkjelsvik, 2016)
Lentamente, pero con certeza está en marcha un nuevo colonialismo, es el del idioma autóctona que se aventura en el terreno del castellano oficial. Son innombrables las palabras que hoy en día forman parte del léxico español. Teniendo en cuenta este hecho, Gutiérrez Nájera afirma que:
El castellano es un idioma infeliz. Fue rico y conquistador. Pero enterró sus tesoros y las monedas que hoy extraemos de entre las piedras y la arena, son monedas de museo que no circulan. No cultivamos sus heredades y hoy el diccionario está lleno de terrenos baldíos. Casi podría decirse que es un idioma empapado” (Nájera, 1883, cit. por Rama, 1985, p. 180).

Por estar empapado, el castellano se enriquece, así como ofreciendo un espacio a las lenguas locales para expresarse, para deleite de los indígenas que desean conservar y promover su cultura.

 

3.2. El caso de los afrodescendientes
En América latina, los hombres de color y los blancos no están en el mismo barco. Unas encuestas realizadas recientemente en el mercado laboral chileno por el trio de investigadores David Bravo, Claudia Sanhueza y Sergio Urzúa, muestran cuánto los nombres de consonancia africana se vuelven en contra de las personas que los llevan.
Sus hallazgos son los siguientes: los CV asociados con nombres blancos recibieron un 50% más de llamadas para entrevista que los que tenían nombres afroamericanos y los blancos se vieron más afectados por el nivel de calificación que los negros. Además, los autores encontraron alguna evidencia para sugerir que los empleadores inferían la clase social basados en los nombres de los solicitantes (D, Bravo y otros, 2010).
La situación en México no era más alentadora. «Más oscura era la piel, más difícil era la ascensión social» diremos para parafrasear a Aleida Rueda (2018), aludiendo a los afromexicanos.
Los casos de negrofobia son legiones en América latina. La tentación sería muy grande para los afrodescendientes de querer renunciar a sus orígenes y cambiar de nombre o cambiar de piel a fin de gozar de los buenos oficios de la Administración blanca. Es precisamente contra esta política discriminatoria que se rebela el antropólogo y escritor colombiano Manuel Zapata Olivella. A través de su Changó, el gran putas (1985), denuncia el neocolonialismo descarado de los dirigentes políticos, invitándoles a reconocer el lugar indispensable de cada persona en la sociedad. Asimismo, no oculta su orgullo de ser mulato, producto de la unión en sus venas de la sangre blanca y de la sangre negra. Con la publicación de Levántate Mulato. El espíritu hablará a través de mi raza (1987), invita otra vez a aprehender la realidad histórica del subcontinente, partiendo de la perspectiva afrocentrista.
La profundidad de los reclamos demuestra la urgencia de tratar con el tema del multiculturalismo y solucionar las cuestiones raciales correspondientes para una verdadera integración de los latinoamericanos en la construcción de sus naciones respectivas.

Conclusión
América latina, tras la labor de los misioneros españoles, experimentó sucesivamente la conquista, la colonización y la explotación de sus territorios. Los nativos, unos con la espada, otros con la pluma, emprendieron la lucha contra la Metrópoli. Nació primero un sentimiento antiespañol como consecuencia de la dolorosa experiencia de la colonización. La guerra a muerte a los españoles iniciada por Simón Bolívar desembocó en la liberación de los territorios latinoamericanos. A ello siguió el reino de los nuevos dirigentes, cuyas promesas de gobernación no equivalía a la realidad sobre el terreno. Paralelamente surgió la desilusión de las minorías étnicas del subcontinente independiente, siempre marginadas como lo estuvieron en el pasado. Los hombres políticos se labraron el camino de la libertad. Los hombres de letras, por su parte, llegaron a apartarse de las normas literarias españolas hasta aquel entonces establecidas, hasta imponer cánones de raíz latinoamericana a otras naciones. Sin embargo, las nuevas naciones, aunque libre política y culturalmente, no cortaron el cordón con la antigua Metrópoli. Es el hispanismo que permanece como su denominador común. Sigue siendo, por un lado, el canal por lo cual los latinoamericanos mantienen las relaciones con España para intercambiar o actualizar los conocimientos. Es por otro lado, la herramienta con la que las minorías marginadas luchan para preservar su cultura, su idioma, y vivir en un mundo en el que se impone la justicia social para el bienestar de todos.

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