Infundibulum Scientific

EL CORTE DE APLICACIÓN DE LAS TEORÍAS DE LA LINGÜÍSTICA APLICADA

Les domaines d’application des théories de la linguistique appliquée

The fields of application of theories of applied linguistics

Mamadou COULIBALY
Université Alassane Ouattara de Bouaké
(Côte d’Ivoire)
mamadoucoulibaly@uao.edu.ci

Résumé

Mots-clés, Keywords, Palabras clave

Lingüística general, Lingüística aplicada, Teorías lingüísticas, Uso del lenguaje, Didáctica de lenguas extranjeras, Multidisciplinariedad.
Linguistique générale, Linguistique appliquée, Théories linguistiques, Utilisation de la langue, Didactique des langues étrangères, Multidisciplinarité
General linguistics, Applied linguistics, Linguistic theories, Language use, Foreign language didactics, Multidisciplinarity

TEXTE INTÉGRAL

Introducción

Desde el advenimiento del estudio del lenguaje humano, se han creado varios campos de investigación para llevar a cabo reflexiones científicas sobre las formas específicas en las que se realiza y se utiliza, y solucionar los problemas lingüísticos concretos que de ese uso se derivan.

El uso de la lengua como instrumento de comunicación entre los seres humanos, convierte las disciplinas de la investigación lingüística en unas disciplinas dinámicas, cambiantes, variadas y en gran parte, prácticamente imposible de medir con precisión. De esta realidad evolutiva nace la polémica entre los estudiosos e investigadores a la hora de definir y determinar los campos de estudio de la Lingüística Aplicada como disciplina dentro el universo del estudio lingüístico. Esta polémica lleva a confusiones que se extienden a veces hasta la denominación de dicho campo de investigación. En algunas instituciones universitarias, se denomina Lingüística Aplicada y, por ende, se encuentra ubicada en los Departamentos de Lingüística; mientras que en otros casos, se llama Didáctica de lenguas extranjeras o adquisición de segundas lengua y se ubica en los Departamentos o Facultades de Educación (Griffin, 2005, p. 20).

A la vista de lo que precede, no es de extrañar, pues, que los estudiantes desconozcan la Lingüística Aplicada. Nuestra motivación surgió, en efecto, a raíz de la constatación del desconocimiento de esa disciplina que tienen los estudiantes universitarios de ELE de Costa de Marfil en general y, en particular, los de la Universidad Alassane Ouattara. De allí, hemos valorado la necesidad de arrojar luz sobre el objeto y las teorías de la Lingüística Aplicada como ciencia del lenguaje y los ámbitos de aplicación de las mismas.

Entonces, el principal objetivo de este artículo es proporcionar a la comunidad científica de las ciencias del lenguaje en general y, en particular, a los estudiantes una visión panorámica del carácter multidisciplinario y dinámico de esta disciplina en la actualidad. En otros términos, pretendemos dar respuestas a las preguntas siguientes: ¿qué es la Linguñistica Aplicada? ¿ cuál es su objeto? y ¿cuáles son los campos de aplicación de las teorías de esa disciplina?

Para lograr este objetivo, haremos un recorrido de los análisis de reconocidos expertos sobre los campos más relevantes de la Lingüística Aplicada. Este recorrido nos permitirá entender qué es la L.A., su evolución a través de los años, las bases teóricas y metodológicas de esa disciplina y los campos de actuación de las mismas. Acabaremos este artículo por unas notas conclusivas y las referencias bibliográficas.

  1. Consideraciones generales

Sería inconveniente hablar de lingüística aplicada (L.A.) sin mencionar la lingüística general (L.G.). La lingüística general, llamada también lingüística, ciencias del lenguaje, glotología o glosología, en pocas palabras, es la disciplina científica que estudia de forma general el lenguaje articulado o en sus formas específicas en que se realiza. Se trata de una ciencia teórica cuyo objeto es formular explicaciones diseñadas para justificar los fenómenos del lenguaje, esto es, el diseño de teorías sobre aspectos del lenguaje humano en los actos lingüísticos y en los sistemas de lenguas. En otras palabras, la lingüística “trata de dilucidar los principios genéricos del lenguaje humano, con el fin de construir una teoría que lo explique” (Payrato, 1988, p. 45).

Según Coseriu (1988, p. 13-14), el concepto de lenguaje se refiere a “cualquier sistema de signos simbólicos empleados para la intercomunicación social”, esto es, cualquier sistema de signos que permite al locutor exteriorizar sus sentimientos, expresar sus ideas con objeto de comunicar con un interlocutor o con su entorno (finalidad del lenguaje), mediante la articulación de palabras constituidas por sonidos (el lenguaje articulado).

En este lenguaje articulado, los lingüistas suelen distinguir dos fenómenos básicos: el acto lingüístico (el habla) y la lengua (el sistema de signos al que corresponde el acto). Así pues, de acuerdo con la concepción de Saussure (1916), el habla, realidad concreta del lenguaje, se define como el acto de emplear para la comunicación uno o más signos del lenguaje articulado: una palabra, una oración. El habla es, pues, el uso que el ser humano hace de la lengua. Por lo que atañe a la lengua, se refiere a la materialización de “los actos lingüísticos prácticamente idénticos de una comunidad de individuos, un sistema se isoglosas convencionalmente establecido, que abarca lo común de las expresiones de una comunidad, o también de un solo individuo en distintas épocas” (Coseriu, 1988: 32). En otros términos, se trata de un sistema de signos lingüísticos de naturaleza vocal, gráfica o gestual, que permiten la comunicación entre los individuos. En cuanto a los signos lingüísticos, Saussure los concibe como la unidad mínima, compuesta de un significante y un significado, a partir de la cual es posible la comunicación.

La Lingüística cobró mayor importancia a partir de la segunda mitad del siglo XX, pues los lingüistas se centraron en el estudio de la lengua como sistema. A raíz de esta nueva orientación, surgen varias disciplinas como la Sociolingüística, la Pragmática, la Estilística, la Neurolinguística, la Linguñistica Computacional, etc., que orientaron las investigaciones lingüísticas un poco más allá de la simple oración.

En su cometido, la lingüística intenta dar respuestas satisfactorias a interrogantes como: qué es el lenguaje, cuál es su estructura, cómo se adquiere, cómo se usa, qué relaciones existen entre lenguas, etc. Además de dar respuestas a esas interrogantes, esta ciencia se ocupa del estudio de los fenómenos específicos que subyacen a las lenguas particulares para lograr información sobre los mismos y para poder teorizar sobre dichas particularidades de las lenguas.

Sin embargo, no se debe confundir la lingüística como ciencia con el conocimiento práctico de los idiomas. El liguista estudia científicamente los idiomas pero no para aprenderlos, es decir que los estudia como fenómenos, no como instrumentos (Coseriu, 1986, p. 9).  De allí, surge la labor de la Lingüística Aplicada. Una de las mejores subdivisiones de las ciencias del lenguaje a efectos prácticos, la realiza Payrato (1988) como sigue:

 

 

 

La subdivisión de Payrató (ídem) nos permite situar gráficamente la L.A. en el universo de las ciencias del lenguaje y acercarnos cómodamente a su definición y su delimitación temática como ciencia.

  1. ¿Qué es la lingüística aplicada?

De entrada, lo que los términos lingüística y aplicada  dan por entender es que la lingüística, una disciplina en principio teórica, tiene su corte de aplicación en el universo de los estudios lingüísticos. Pero, cuando nos adentramos en el tema, surgen varias dificultades, empezando por la definición de esta disciplina: Es la rama de los estudios lingüísticos que se ocupa de los problemas que el lenguaje plantea como medio de relación social, especialmente de los que se refieren a la enseñanza de idiomas(RAE, 23ª edición).

Si miramos detenidamente esta definición, nos damos cuenta de que solo insiste sobre la dimensión de la enseñanza de lenguas.

Por su parte, Kock, citado por Sastoque Romero (2008), aboga que:

La noción o término de lingüística aplicada entraña dos actitudes u orientaciones muy diferentes entre sí. Se puede tratar de la aplicación de conocimientos lingüísticos en campos distintos como la enseñanza de lenguas extranjeras, la logopedia o la traducción automática, por ejemplo (2008, p. 48).

A partir de esta concepción de Kock, sería conveniente contemplar la definición de la L.A. desde varios ángulos dentro y fuera de las ciencias del lenguaje.

En palabras de Payrató (2003, p.17-18), fuera del ámbito de las ciencias del lenguaje, el concepto de lingüística aplicada podría haberse utilizado para denominar la “exportación” de conceptos, términos o métodos de la lingüística a otras ciencias que, evidentemente, inciden en otros campos de investigación. El estudio de los préstamos intercientíficos resulta de interés dado que permite descubrir los lazos existentes entre las ciencias. Con razón, podemos citar los casos de la matemática aplicada a la física, y de la informática que, hoy en día, se aplica a múltiples ámbitos de la investigación científica. Pero, según el mismo autor, no ha sido así, y el concepto de lingüística aplicada no se ha utilizado para dar nombres a tales exportaciones.

Si nos situamos dentro de las fronteras de las ciencias del lenguaje, la definición más singular de la L.A., considerando el significado literal de las palabras de la misma, “es la de subdisciplina o rama lingüística que consiste en aplicar teorías lingüísticas a un dominio práctico” (Payrató, Ídem). El citado autor considera que esta definición es imprescindible e inherente a la denominación de la disciplina, y que se fundamenta en el rótulo que le sirve de presentación y se encuentra reforzada por la aparente analogía con otras disciplinas afines: matemática aplicada, psicología aplicada, etc. Sin embargo, como reconoce el mismo autor, el valor de una definición como ésta es más bien exiguo y no hace más que esbozar un camino introductorio a una definición más completa, pero difícil de conseguir.

De hecho, creemos que a las confusiones y tergiversaciones que se han producido en la historia de la disciplina, subyace la multiplicidad de las definiciones, evidentemente divergentes. Tal vez, deben de ser inevitables, dado que siguen perdurando con una desdichada vitalidad.

Creemos que para acertar una definición completa de la lingüística aplicada y salir de este embrollo definitorio hecho de concepciones equívocas y erróneas (o, como mínimo, poco útiles), la única alternativa consiste en presentar esta disciplina como algo bastante más complejo que lo que da a entender muchas de las definiciones anteriores. Para un acercamiento exitoso a dicho planteamiento, existen dos vías posibles: primero, esbozar las razones y circunstancias del nacimiento y desarrollo de la lingüística aplicada; segundo, analizar con un rigor científico los conceptos básicos de lo que puede denominarse una perspectiva o dimensión aplicada de una ciencia. Pues, en el caso de las ciencias del lenguaje que nos ocupa, sería imprescindible considerar los siguientes  conceptos: teoría, práctica, aplicación, intersección.

  1. La lingüística aplicada a través de los años

Fijar una fecha de comienzo de la Lingüística Aplicada, como el de cualquier otra disciplina, sería una labor incierta. Lo cierto es que es una disciplina que nace a raíz de los problemas del mundo real y ha sido concebida con el objetivo de abordar todo tipo de cuestiones que se relacione con el uso del lenguaje (Alexopoulou, 2012, p. 4).  Sin embargo, no resulta muy difícil encontrar huellas sobre los primeros pasos de esta disciplina como un campo científico del estudio del lenguaje. Lo que podemos decir para empezar es que tenemos noticias de la lingüística aplicada entre las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado. El nacimiento de esta disciplina se puede entender como el cumplimiento del deseo de Collitz quien, en una breve nota con motivo del bautismo de la prestigiosa revista Language, en 1925, ya hacía referencia a una dimensión aplicada de la lingüística, que sería la tercera dimensión, junto con la general o sincrónica y la histórica o evolutiva.

Lacorte (2007, p. 19-20) señala tres acontecimientos que constituyen el comienzo de la lingüística aplicada: la fundación de la School of Applied Linguistics en 1956 en la Universidad de Edimburgo; la creación del Center for Applied Linguistics en 1957 en Washington DC; y el Primer Coloquio Internacional de Lingüística Aplicada en 1964 en Nancy, Francia, y los sucesivos encuentros internacionales sobre la disciplina. Según el mismo autor, citando a Strevens (1992), los motivos fundamentales de la creación de estas primeras instituciones en Gran Bretaña y Estados Unidos reside en el interés oficial de estos países por la promoción de la enseñanza/aprendizaje de inglés como parte de la diplomacia cultural impulsada después de la II Guerra Mundial (1939-1945). Estas instituciones tenían como cometido la formación de profesores capaces de impartir clases de inglés como lengua segunda (L2) a nivel local y lengua extranjera (LE) a nivel internacional. Este objetivo tuvo como consecuencia la necesidad de producción de materiales para la formación del personal docente y la enseñanza del idioma. Para realizar esta labor, era necesario asignar los lingüistas a la tarea de encontrar y deslindar una corte válida para crear una relación entre el conocimiento lingüístico teórico y las premisas del aprendizaje de la lengua. De ahí, nace la primera característica de la lingüística aplicada, la consistente en analizar a la luz de las teorías lingüísticas problemas prácticos y reales asociados al uso del lenguaje y, luego solventarlos.

Como podemos notar, la lingüística aplicada nace íntimamente ligada al aprendizaje de las lenguas, pero precisamente el de las lenguas extranjeras (LE) y/o de las lenguas segundas (L2). Este campo marcará significativamente la disciplina, hasta el punto que, en ciertos momentos históricos de su desarrollo y en ciertas tradiciones de estudio, lingüística aplicada y enseñanza de lenguas llegaron a convertirse en sinónimos.

Sin embargo, las realidades de la vida diaria de los hablantes, convertidas en demandas sociales concretas y vinculadas con el uso de las lenguas, permitirán el desarrollo de otras labores paralelamente a las de la lingüística aplicada y que, al fin y al cabo, se vincularán a esta disciplina. En concreto, se trata de la elaboración de diccionarios, la traducción, el tratamiento automatizado de textos y, la más inmediata, la enseñanza de la LM o primera (Payrató, 2003: 19). Según el mismo autor, el florecimiento de las demandas sociales de aquellos momentos coinciden, además, con el establecimiento y la consolidación de nuevos campos interdisciplinarios directamente implicados en las tareas anteriores: la psicolingüística, la sociolingüística, la etnolingüística, la antropología lingüística, la lingüística matemática, la neurolingüística, etc. El fenómeno descrito se generaliza poco después de la II Guerra Mundial y se manifiesta en toda su magnitud a lo largo de los años 60 y 70 del siglo pasado.

Así pues, el nacimiento de la disciplina (o subdisciplina, en relación con la “gran” lingüística) se realizó a través de un continuum de confluencias en tradiciones diferentes, que presentan una dimensión práctica de la lingüística, esto es, una dimensión aplicada. El apogeo de la confluencia de las demandas y labores mencionadas, si tuviéramos que ponerle fecha, coincidiría con un hito de notable resonancia: la celebración en Nancy (Francia) en 1964, del I Coloquio Internacional de Lingüística Aplicada, el primero de una serie ininterrumpida de multitudinarios congresos sucesivos cuyas últimas ediciones han tenido lugar en Sydney (1987), Tesalónica (1990), Amsterdam (1993), Jyväskylä (Finlandia, 1996), Tokyo (1999) y Singapur (2002). Es lo que Alexopoulou (2012, p. 6) resume abogando que se trata de una disciplina relativamente joven, nacida “entre las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX, en diversos centros académicos de los Estados Unidos gracias al movimiento surgido por parte de un grupo de profesores que buscaban la implementación de programas de enseñanza de idiomas”.

Una vez echadas las raíces de la disciplina, era imprescindible asentar las bases teóricas y metodológicas que le confererían el estatus de disciplina científica al igual que cualquier otra ciencia.

  1. Las teorías y metodologías relevantes de la Lingüística Aplicada

En los apartados anteriores, hemos subrayado que la lingüística aplicada puede entenderse como una dimensión o una rama de la lingüística teórica si consideramos el conjunto de campos de estudio o de ámbitos de estudios de las ciencias del lenguaje. También, hemos mencionado que la L.A. tiene una finalidad eminentemente práctica y esa finalidad consiste en encontrar soluciones específicas a cada uno de los problemas que surgen del uso concreto que del lenguaje hace cada comunidad de hablantes. En términos de Abello Contensse (2001: 21), trata “problemas más ‘prácticos’ que contribuyen, por ejemplo, a la toma de decisiones en ámbitos sociales, educativos y sociopolíticos de la vida cotidiana”.  Esta finalidad práctica constituye el aspecto determinante del  carácter material tanto de su objeto de estudio como de su metodología.  Sin  embargo,  esa orientación  esencialmente práctica no es el único aspecto característico de la lingüística aplicada, pues, ha desarrollado también una fundamentación teórica. En su empeño para el desarrollo de una fundamentación teórico-práctica, la lingüística aplicada ha tenido que hacer irrupción en diversos campos.

Por una parte, la base teórica de esta disciplina deriva principalmente de la lingüística general, es decir, de lo que podría llamarse la corriente teórica central de la teoría del lenguaje. Esa fundamentación teórica es esencial e imprescindible para la existencia de la L.A. que carecería por completo de dimensión científica si se distanciara de todos los resultados obtenidos a través de la investigación teórica. Sobre esos resultados de la lingüística teórica, la investigación aplicada realiza una labor de selección para determinar y aislar aquello que le resulta verdaderamente útil para la consecución de su meta (Slama-Casacu, 1981, p. 8). Por ende, no resulta factible para la lingüística aplicada defender una orientación unidireccional del tipo lingüística teórica/lingüística aplicada porque no toda investigación planteada en el ámbito de la lingüística teórica es de utilidad para la lingüística aplicada.

Por otra parte, la lingüística aplicada busca su base teórica en la interdisciplinariedad, un rasgo que la ha caracterizado desde los albores de su existencia. En el panorama actual de las ciencias del lenguaje, la teoría lingüística tiene necesariamente que completarse con la investigación que se está llevando a cabo en terrenos más periféricos comopor ejemplo, la psicolingüística, la sociolingüística, la etnolingüística, etc.

Un tercer fundamento a la pluralidad de campos que integran la lingüística  aplicada radica en el hecho de que resulta impensable la existencia de esta disciplina sin una atención a la vertiente más empírica, esto es, a esa vertiente que está basada en la experiencia o en la observación. Por consiguiente, los datos que maneja no pueden ser más que datos de índole lingüística, datos sobre usos lingüísticos y que, debido a la finalidad práctica de la disciplina, no pueden descontextualizarse. No descontextualizar esos datos significa aceptar su carácter complejo, es decir, aceptar su naturaleza interdisciplinar (Abello Contensse 2001, p. 24).

Es de notar que no todas las aportaciones procedentes de estos distintos ámbitos – como los de la lingüística teórica, la interdisciplinariedad y la observación – son productivas a la hora de pasar a la práctica. Por consiguiente, es necesario hacer una proyección seleccionando solo aquellas que le resultan útiles a la disciplina. Desde esta perspectiva, la L.A. establece sus propios presupuestos teóricos, reelaborando, según los objetivos o la finalidad que persiga, aquellos principios teóricos que considere oportunos y que presta de la lingüística teórica, de la observación y de otras disciplinas periféricas. Con razón, Slama-Cazacu (1981, p. 14) afirma que: “la lingüística aplicada implica una elaboración teórica o al menos una reelaboración de teorías existentes a fin de encontrar soluciones a problemas prácticos”.

A nivel metodológico, cabe señalar que las técnicas concretas que se usan en L.A. para la consecución de los objetivos planteados difieren según el área o según el aspecto en que se sitúe la investigación. Si la lingüística aplicada se caracteriza por su propósito de aplicación con la intención de solucionar problemas concretos, es obvio que la metodología indicada para alcanzar la solución a esos problemas esté en consonancia, por un lado, con el carácter de los aspectos lingüísticos y, por otro lado, con el objeto material que se persiga. Por ende, es evidente que la metodología utilizada en la investigación para la mejora de la enseñanza de lenguas extranjeras (LE) difiera de la utilizada en las investigaciones sobre patologías lingüísticas. Así pues, si la meta es  perfeccionar la enseñanza/aprendizaje de una LE, entonces, la lingüística aplicada deberá remitir, por lo menos, a dos disciplinas: primero, a los propósitos de la propia lingüística teórica que proporciona las herramientas fonológicas, fonéticas y gramaticales, léxicos, etc. y, segundo, a la pedagogía, que determina los procedimientos de compresión, memorización, etc. Sin embargo, si persigue finalidades terapéuticas en relación con patologías lingüísticas, entonces, la investigación ha de recurrir a procedimientos lingüísticos,  psicológicos  y  neurológicos.

En su artículo titulado: “Sobre el objeto de la Lingüística Aplicada”[1], Slama-Cazacu (1981, p. 15-19) presenta un modelo metodológico que integra los aspectos teóricos y los prácticos, y que se centra fundamentalmente en el establecimiento de toda una serie de principios o de relaciones.

La primera relación que establece esta autora es la de objeto-objetivo. Este principio cobra una importancia capital porque, desde su nacimiento, la lingüística aplicada no elabora una teoría en abstracto ni tampoco maneja datos ideales. Eso implica que tanto la teoría como los datos se encuentran en estrecha relación con hechos prácticos. De allí, se deduce que será la finalidad práctica la que determina tanto el carácter material del objeto como los procedimientos metodológicos.

La segunda relación es la de objeto-teoría lingüística, teoría psicológica, teoría pedagógica. Este principio se fundamenta en que la lingüística aplicada se ha de enfrentar con problemas que afectan al lenguaje en su totalidad.

La tercera relación es la denominada objeto-método-fin. Según la misma autora, la lingüística aplicada no se sustituye a la lingüística teórica, atendiendo sin más a todos los hechos lingüísticos, sino que su interés se centra en aquellos hechos de lenguas seleccionados según la finalidad para la cual son considerados necesarios, es decir, en aquellos aspectos lingüísticos que parecen más relevantes para solucionar problemas materiales, lo cual constituye el objetivo inmediato de las investigaciones de la lingüística aplicada.

El cuarto principio es el de objeto-contexto. La relación que determina aquí Slama Casacu es la que da cuenta de la posibilidad de particularización de la lingüística aplicada pero teniendo en cuenta los fines concretos que puede conseguir esa disciplina según el contexto en el que se integre el objeto de interés. Si, por ejemplo, nos encontramos con un problema de patologías lingüísticas o de trastornos del lenguaje tendríamos que tener en cuenta el contexto neurológico, psicológico, etc.  Para intentar solucionar un problema, es imprescindible ver en qué contexto ha surgido ese problema. Si el problema es de didáctica de lenguas tenemos que tener en cuenta el contexto social.

Para la misma autora, la investigación ha de organizarse de la siguiente manera: la lingüística llega a una teoría y a unos principios generales a partir de la abstracción y también de la comparación de diferentes contextos prácticos. En cada uno de esos contextos, los hechos de lengua (HL) se recogen en función de unos objetivos prácticos específicos (OPE) y se formula en el metalenguaje propio de esta disciplina (M).

En esta perspectiva, si, por ejemplo, queremos elaborar un manual en el dominio de la enseñanza de una lengua extranjera, será necesario que tengamos en cuenta no solo los componentes lingüísticos y los aspectos pedagógicos, sino también los que emanan del contexto práctico tales como los componentes socioculturales, aspectos psicológicos, biológicos, y cualquier otro aspecto que pueda facilitar el proceso de aprendizaje.

En una palabra, podemos decir que los principios elaborados por la lingüista rumana Slama-Cazacu (1984) constituyen bases teóricas y planteamientos suficientes para conferir a la lingüística aplicada una autonomía como disciplina científica, a la escala de las demás disciplinas.

            A este corte teórico de la Lingüística Aplicada elaborado por Slama-Cazacu (1984), se añade el planteamiento de Kaplan (1980). Este lingüista determina una base teórica, elaborando unos mínimos conceptuales, y que M. Martín (1990, p. 19) resume de la siguiente manera:

  • Líneas de actuación. Primero, la lingüística aplicada es mediadora entre el campo de la actividad teórica y práctica.
  • En segundo lugar, la lingüística aplicada es interdisciplinar.
  • En tercer lugar, la lingüística aplicada es una actividad orientada a la resolución de problemas, y en este sentido sí que podemos decir que la lingüística aplicada es menos científica que la lingüística teórica.
  • Por último, para Kaplan, la otra línea es que la lingüística aplicada es educativa.

            Los planteamientos de Slama-Cazacu (1984) y Kaplan (1980) revelan toda la complejidad de la L.A., sobre todo cuando debemos definirla, determinar su objeto, sus bases teóricos y su metodología: es un campo o un dominio de convergencia de varias teorías y actividades de diversa índole con una complejidad evidente. Se presenta como un punto de intersección entre las ramas de la lingüística y las demás disciplinas. Resulta muy difícil simplificar su delimitación y sus bases teóricas dado que va evolucionando constantemente por la propia dinámica de las nuevas teorías de cada disciplina y de las actividades que van surgiendo en relación con el uso del lenguaje humano. Esas actividades surgen de la conciencia lingüística que, a su vez, es evolutiva ya que depende no solo de que el hablante disponga de recursos lingüísticos equifuncionales o multifuncionales, sino de que además disponga de una variación social de los msimos (Chamorro Mejía, 2021, p. 4). Siendo el lenguaje una facultad humana que empieza su desarrollo desde los primeros años de vida (Vásquez y Muñetón Ayala, 2021: 4), hemos de admitir que los aspectos y fenómenos concretos que resultan de su uso no pueden ser estancos sino dinámicos y, por consiguiente, no pueden someterse a una delimitación estricta y fija.

Por último, podemos decir que varios lingüistas (Slama-Cazacu, 1984; Kaplan, 1980; Marcos Martín, 1990, p. 19; Payrató, 2003; Lacorte, 2007, entre otros) coinciden en que la L.A. es el dominio no de una simple colaboración entre distintas ramas científicas, sino un punto de integración multidisciplinar.

  1. Los campos de actuación de la lingüística aplicada

La Lingüística Aplicada nació con el propósito de fomentar  la enseñanza-aprendizaje de lenguas extranjeras o de segundas lenguas. Sin embargo, en la actualidad, ya no corresponde solo a esa actividad singular. Hoy en día, el campo de la L.A. se ha convertido en el protagonista de la convergencia de diversas áreas relacionadas con el estudio del lenguaje, desde la perspectiva práctica. De hecho, el campo de actuación de la L.A. se está extendiendo a todos los dominios relacionados con el uso del lenguaje articulado. Esta extensión de campo se está llevando a cabo por una nueva generación de lingüistas que van orientando toda su labor investigadora hacia una serie de temas en los que la enseñanza-aprendizaje de lenguas no representa más que la ínfima parte de un todo. En otras palabras, el aspecto educativo en la nueva orientación de la L.A. ocupa un lugar periférico frente a una diversidad de temas que inciden en la resolución de problemas concretos de muy diversa índole relacionados con el uso del lenguaje humano.

Así pues, en las últimas décadas, vamos asistiendo a un grado muy notable de institucionalización en el campo de actuación de la L.A., integrando un grupo heterogéneo de expertos en el análisis de los fenómenos concretos del uso del lenguaje, y que actúan como profesionales. Por ende, la disciplina incluye a profesores de educación especializada (de trastornos del lenguaje), traductores, intérpretes, y en el ámbito internacional y universitario, profesores de lenguas modernas, lexicógrafos, analistas literarios, terapeutas de trastornos del habla, etc. (Payrató, 2011: 38). Estos profesionales realizan su labor manteniendo un contacto directo con la realidad del problema que pretenden solucionar, y aplican la metodología y las técnicas idóneas al contexto real.

Uno de los frutos de la institucionalización del campo de la L.A. es la propuesta que hizo en 2002 “the American Association for Applied Linguistics” (AAAL). Esta institución americana estableció las principales áreas de estudio de la LA, y que Payrató (2011, pp. 76-108) aborda de la manera siguiente:

  • Lengua y educación. Se refiere a la enseñanza de primeras lenguas o lenguas maternas, la enseñanza de segundas lenguas L2 y la enseñanza de lenguas con finalidades profesionales.
  • Lengua, cerebro y mente: incluye la lingüística clínica, la psicolingüística y la neurolingüística.
  • Lengua y empresa: incluye el asesoramiento lingüístico y el marketing lingüístico.
  • Lengua, cultura y sociedad: incluye la etnolingüística, antropología lingüística, sociolingüística, contacto de lenguas, planificación lingüística, análisis del discurso y del texto (lingüística pragmática), análisis contrastivo y análisis de errores, traductología, geografía de las lenguas (geografía lingüística o geolingüística), iuslingüística denominada también jurislingüística o derecho lingüístico (incorporado recientemente como campo de confluencia entre el estudio del lenguaje y el estudio del derecho), lingüística legal o forense (introducida en los últimos años y que se refiere a la ayuda que el lingüista, como profesional, puede prestar a los procesos legales. Un ejemplo es el análisis de cintas grabadas).
  • Lengua y derecho: en este ámbito tenemos que incluir la lingüística forense.
  • Lengua e información: incluye traducción e interpretación, lexicografía y terminología, la lingüística de corpus y por último la lingüística computacional.

            A estos campos, el mismo Payrató (2011: ) añade los siguientes:

  • Lenguaje, matemáticas y nuevas tecnologías:
  • Lingüística matemática y computacional. Existen dos ramas principales: lingüística algebraica (se interesa por las gramáticas formales) y la lingüística estadística (es más experimental y ligada a la teoría de la información; estudia de manera cuantitativa ciertos hechos lingüísticos, relacionados principalmente con el léxico).
  • La lingüística computacional: estudia las aplicaciones y aportaciones de la informática al análisis de lenguaje. Denominado también lingüística informática y procesamiento del lenguaje natural, guarda una estrecha relación con el mundo de la inteligencia artificial.
  • Traducción automatizada
  • Industrias de la lengua o del lenguaje: todo un conjunto de productos, recursos y técnicas que facilitan un tratamiento automatizado del lenguaje y, en definitiva, una manipulación más eficiente de los materiales lingüísticos a través de las nuevas tecnologías.
  • Corpus lingüístico: un almacén organizado de materiales lingüísticos, normalmente, de textos. Se utiliza a veces el término de archivos.
  • Lenguaje, gramática y aplicaciones:
  • Gramática aplicada. Tradicionalmente núcleo de la lingüística, la gramática, en su dimensión más teórica, persigue la explicación de la competencia gramatical, es decir, de la capacidad mental que tiene el individuo para manejar un conjunto de reglas, tanto en la vertiente productiva como en la receptiva. Los estudios más recientes en este campo se han inclinado hacia modelos de índole funcional, en la que predomina el vínculo de las estructuras lingüísticas con las funciones comunicativas, contrariamente a la concepción de la gramática generativa, impulsada por Noam Chomsky, y que se considera como la vertiente más teórica o formal de la gramática. Esta vertiente más reciente se orienta, pues, hacia la resolución eficiente de problemas prácticos referidos a los usos lingüísticos: enseñar una lengua, traducir de forma automatizada, rehabilitar a un paciente con un trastorno lingüístico, confeccionar un diccionario, estandarizar una variedad, modernizar la normativa de una lengua, etc. De ahí, nace el concepto de gramática aplicada (a cualquier área), y denominado gramática pedagógica, con referencia particular a la enseñanza de las lenguas.
  • Fonética y fonología. La fonética integra varios campos que le dan una dimensión aplicada. Uno de los campos que han retenido la atención de la fonética estos últimos años es el del reconocimiento y síntesis de la voz, denominada generalmente tecnología de la voz, estrechamente ligado a las aplicaciones de la lingüística informática. El reconocimiento de voz, aunque esté todavía en un estado poco avanzado, tiene un objetivo claro: llegar a la posibilidad de que instrumentos mecánicos e informatizados operen automáticamente a partir de instrucciones vocales. En el caso de la síntesis, la investigación se encamina al objetivo de obtener voz artificial de forma automatizada, con resultados análogos a los de la producción de voz humana.
  • Lexicografía y terminología. El objetivo de la lexicografía es la confección de diccionarios. Ha alcanzado su dimensión aplicada con el impacto de las nuevas tecnologías. Hartmann (1983) concibe la lexicografía a partir de cinco postulados:
  • La lexicografía se interesa por la descripción y la explicación del vocabulario de una lengua o de una variedad lingüística.
  • La unidad básica en la elaboración de diccionarios es el lexema (combinación íntima de forma y significado).
  • Los diccionarios pueden describir el vocabulario íntegro de una lengua (o variedad) o centrarse en uno o más de sus aspectos.
  • La elaboración de diccionarios tiene que desarrollar un metalenguaje para manejar y presentar la información.
  • En último término, las necesidades léxicas del usuario al que han de servir son el motivo de todos los diccionarios y el criterio con el que se han de juzgar.
  • La terminología, por su parte, estudia los términos o designaciones propias de un área determinada. Constituye un campo de estudio aplicado por la elaboración de compilaciones sistematizadas de términos dentro de cada dominio y constituyen en la actualidad un banco de datos terminológicos consultables por medio de las nuevas tecnologías. La neología, otro campo estrechamente relacionado con la terminología, va perfilándose como un área de estudio específica que analiza las innovaciones de todo tipo (pero principalmente léxicas) que aparecen en una lengua, sea por medio de creaciones directas o a través de creaciones inducidas por la influencia de otras lenguas.
  • Gramática textual, estilística y gramática prescriptiva. Esta área incide más bien en el marco de las ocupaciones laborales de los lingüistas y filólogos. Por una parte, se trata de la labor de “colaborador” en la producción de textos ajenos, para corregir y mejorar el resultado esperado y, por otra, la de adiestrar a los hablantes para que sean capaces de construir textos por sí mismos. El “colaborador” en la producción de textos ajenos, denominado también asesor o gestor lingüístico, corrector gramatical y de estilo, se desenvuelve en las administraciones públicas y privadas y se ha convertido hoy en un perfil profesional bastante estable. La tarea de adiestrar a la producción de textos se relaciona con el medio escolar, es decir, la de la docencia, tanto en la enseñanza primaria, secundaria como en la universitaria.

A partir de los estudios que se han llevado a cabo, deducimos que la L.A. es la disciplina por excelencia donde interactúan las teorías de diferentes disciplinas con el único objeto de solucionar los problemas relacionados con la comunicación en general a través del uso del lenguaje articulado. Con razón, aboga Slama-Cazacu (1981, p. 19) que no se puede hacer la selección, la reelaboración, la categorización, la sistematización de hechos lingüísticos, la elaboración del metalenguaje adecuado, sin tener en cuenta los principios específicos de la psicolingüística, de la pedagogía, de la neurología, de la informática, etc. La L.A. se mueve en el contexto de la comunicación como experiencia (Marcos Marín y Sánchez Lobato, 1991, p. 12).

Conclusión

Nacida sobre el telón de la enseñanza de lenguas extranjeras y/o segundas, la traducción y la interpretación, la Lingüística Aplicada ha cruzado fronteras disciplinarias a lo largo de los años hasta la actualidad. La extensión de su campo de actuación ha permitido a la L.A. pasar del corte de una disciplina de enseñanza de lenguas, de traducción y de interpretación a una discipina de intersección, un campo en el que interactúan todas las disciplinas que pretenden solucionar cuestiones que se derivan del uso del lenguaje humano. Siendo el lenguaje articulado una realidad en constante evolución, es de admitir que nunca puede ofrecer compartimentos estancos. Por consiguiente, no resulta fácil contestar a la pregunta: ¿cuáles son los campos de aplicación de las teorías de la L.A.? Coincidimos con Payrató (2011, p. 124) en la idea de que es el lingüista quien tiene que “unir y separar”, conforme a la realidad o el objeto de estudio.

Creemos que una vez elaborada una teoría a partir de los principios lingüísticos y los suspuestos de un ámbito determinado en el que se plantea un problema concreto relacionado con el uso del lenguaje, se crea un nuevo campo de estudio lingüístico. La suma de dicho campo a los ámbitos de la  L.A. o su resta de estos dependerá de la perfección de la simbiosis de los aspectos teóricos y de los aspectos prácticos (Slama-Cazacu, 1981, p.19). Por ello, corroboramos la idea de Marcos Marín y Sánchez Lobato (1991, p. 12) según la cual la concepción de la lingüística aplicada en el siglo XXI como el estudio de las lenguas extranjeras, la traducción y la interpretación nos parece absurda y anticuada.

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[1] Texto original: “Sur l’objet de la Linguistique Appliquée”

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