Infundibulum Scientific

LA IMAGEN DE LA MUJER EN LA LITERATURA DEL SIGLO DE ORO ESPAÑOL

Vartinel DAHO
Enseignant-Chercheur
Université Félix Houphouët-Boigny
wolyelisee@gmail.com

Résumé

Mots-clés, Keywords, Palabras clave

Mujer, machismo, virtudes, objeto sexual, siglo de Oro
Woman, machismo, virtues, sexual object, Golden Age.
Femme, machisme, vertus, objet sexuel, siècle d’Or

TEXTE INTÉGRAL

Introducción

El siglo de Oro español es el periodo histórico en que florecieron el arte y las letras castellanas, y que coincidió con el auge político y militar del Imperio español de la Casa de Austria. El Siglo de Oro no se enmarca en fechas concretas, sin embargo, no empieza nunca antes de 1492:

  • fecha de la independencia de España con la expulsión de Granada del rey árabe,
  • fecha del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en nombre de Castilla,
  • fecha de la publicación de la Gramática castellanade Antonio de Nebrija.

Con respecto al final del siglo de Oro español, no es posible tampoco enmarcarlo en fechas concretas. Los límites adoptados se relacionan con tres fechas:

  • 1648, fecha de la independencia de las provincias unidas y de la sublevación de Cataluña para su independencia,
  • 1659, año en que España y Francia firmaron el tratado de los Pirineos. En esta fecha España ya no es la primera potencia mundial.
  • 1681, año de la muerte del último gran escritor Pedro Calderón de la Barca, considerado también como el término del siglo de Oro español.

Lo primero que conviene hacer ahora es delimitar el campo de nuestro estudio. En este sentido, destacaremos la imagen de la mujer que nos ofrece la literatura española desde La Celestina de Fernando de Rojas hasta No hay burlas con el amor de Calderón de la Barca. Hemos preferido partir de La Celestina primeramente porque es posterior al año 1492 y en segundo lugar por su enfoque particular en lo que se refiere a la mujer. En cuanto a Calderón de la Barca, todos los críticos son unánimes en considerarlo como el último escritor del siglo de Oro. Por esta razón hemos elegido estos dos escritores como jalones de nuestra investigación.

Este tema de investigación es el fruto de un deseo que tuvimos desde el tercer año universitario. Durante la clase sobre el teatro del siglo de Oro, profesor Jean Konan solía presentar la mujer como “el demonio suave”. Esta concepción despertó en nosotros el deseo de investigar un día sobre este aspecto para saber más de ello. Por esta razón, hemos decidido saber lo que dicen los escritores sobre la cuestión.

En efecto, el personaje femenino está muy presente en la literatura del siglo de Oro. Los escritores pintaron varias imágenes de la mujer española: alcahueta, ayuda del hombre, objeto de placer, bandolera, un ser valiente, etc…

 En los estudios llevados a cabo por Enrique Villalba Pérez[1] sobre la imagen de la mujer en la literatura y la pintura del siglo de Oro, las mujeres son presentadas en dos grupos:

En el primer grupo, como figuras principales, podemos incluir la hija, la esposa y la madre. En el segundo, las hijas liberadas, las viudas, las mujeres con un papel político y las mujeres forajidas o bandoleras. A ellas, tal vez, deberíamos añadir el caso particular de la mujer vestida de hombre, asunto algo más complejo en el que confluyen tanto una cierta conciencia de transgresión como una actitud de rebeldía. (E. V. Pérez, 2003, p. 274).

 

(E. V. Pérez, 2003, p. 286) muestra, a continuación, en este estudio, cuatro estados de la mujer en la literatura del siglo de Oro: doncella, casada, viuda y monja.

A partir de los cuatro estados de la mujer presentados por Enrique Villalba, nos importa saber:

  • ¿Cómo se consideraba a la mujer en la literatura del siglo de Oro?
  • ¿Qué imagen nos presenta la literatura sobre la mujer del siglo de Oro?
  • ¿Cómo reaccionaron las escritoras frente a la imagen de la mujer pintada por los hombres?

En este trabajo queremos profundizar en el tema de la imagen de la mujer apoyándonos en los estudios de Enrique Villalba. No nos limitaremos a presentar simplemente a la mujer, sino que analizaremos el papel que desempeñó en la producción literaria del siglo de Oro. 

Para realizar el estudio utilizaremos el método temático[2] que se desarrolla como una investigación a partir de una intuición central. « Dado que la obra tiene una función tanto de creación como de develación del yo, la crítica temática presta especial atención al acto de conciencia del escritor»[3]. (D. Bergez, 1990, p. 90).

La crítica temática presenta la verdad de la obra a la conciencia, busca hacer resaltar la relación de semejanza entre lo imaginario y lo real dejando al descubierto la coherencia latente y revelando parentescos secretos entre los elementos dispersos. Por eso, la crítica temática pone particularmente su atención en todo lo que en un texto forma parte de una dinámica de la escritura. Sin embargo, la crítica temática no toma el texto como un objeto de estudio, sino en su movimiento creador. Es en este sentido como la crítica temática se opone al psicoanálisis. En la crítica temática, la imaginación equivale a un dinamismo organizador. Aplicar la crítica temática al estudio de la imagen de la mujer, en la literatura del siglo de Oro, consiste en estudiar la imagen de la mujer como un movimiento y un dinamismo creador. Es decir, referirnos al dinamismo que muestran los escritores al pintar la vida de la mujer siguiendo el movimiento general y la concepción personal del autor. Para llevar a cabo este estudio, abordaremos tres puntos principales:

  • El dinamismo creador de la imagen de la mujer en la literatura del siglo de Oro,
  • El movimiento literario sobre la imagen de la mujer en el siglo de Oro,
  • El argumento de las escritoras sobre la cuestión

En nuestra primera aproximación, hablaremos inicialmente de la imagen de la mujer que contribuyó al éxito de las más importantes obras literarias del siglo de Oro. A continuación, haremos un análisis de las estrategias narrativas en relación con la mujer. Revelaremos su condición vivencial a través de la literatura y mostraremos la concepción que se tenía de ella.

En el segundo punto, mostraremos que la preponderancia de la mujer en la literatura del siglo de Oro es un movimiento que presenta a la vez las imperfecciones y las virtudes de ésta.

En el tercer punto, hablaremos de la argumentación de las escritoras del siglo de Oro sobre la mujer. En esta parte, presentaremos primero los argumentos femeninos que corroboran la visión general que resalta la figura de la mujer. Y finalmente, presentaremos el argumento femenino en defensa de la imagen de la mujer.

  1. El dinamismo creador de la imagen de la mujer en la literatura del siglo de oro

1.1.   La imagen de la mujer como factor de éxito literario

En la literatura del siglo Oro español, hay obras que tuvieron éxito por la imagen de los personajes femeninos. El éxito de Fernando de Rojas se debe a la imagen de la alcahueta Celestina. La obra se publicó primero en 16 actos bajo el título de Comedia de Calisto y Melibea. Luego, la segunda versión denominada Tragicomedia de Calisto y Melibea, compuesta de 21 actos. Finalmente, se popularizó con el nombre de La Celestina. Este último título hizo de la obra una de las obras cumbres de la literatura española y una de las más significativas de la literatura universal.

Después de la imagen de la Celestina que dio éxito al drama de Fernando de Rojas, hay otra gran imagen de ámbito universal que fue más allá de la ficción literaria para alcanzar una dimensión psicológica. Se trata de Dulcinea, una mujer que concibió don Quijote en su imaginación y que volvió de manera universal la dama perfecta, la hermosura sin semejanza. La imagen de Dulcinea participó en el éxito del Quijote y en la fama de Cervantes. Con el personaje de Aldonza Lorenzo[4], sin la idea de Dulcinea, faltaría algo a la obra. Si es verdad que el éxito del Quijote no se debe únicamente a la imagen de Dulcinea, su presencia aumentó la brillantez de esta obra.

La hija de Celestina, de Jerónimo Barbadillo, debe su éxito también a la imagen de Elena. En efecto, la imagen de Celestina que dio fama a Fernando de Rojas reaparece de otra forma. Esta vez en forma de Elena “hija de Celestina”. El título es evocador y atractivo. El nombre de Celestina hizo de Elena un nombre tan indeleble que su imagen se transcribió en dibujos animados que siguen los niños en la tele.

Cuando nos referimos a Lope de Vega, su grandísima producción teatral, Fuente Ovejuna, debe su éxito a la imagen de Laurencia, una mujer de clase baja pero valiente.

En resumidas palabras, la imagen de la mujer participó en el éxito de las obras literarias destacadas del siglo de Oro. Aunque la lista no sea exhaustiva, ahora nos preocupa saber cómo la mujer era considerada en la sociedad. ¿Qué traduce la imagen de la mujer respecto a la vida social en el siglo de Oro?

 

1.2.  La imagen de la mujer como espejo de la sociedad del siglo de Oro

Según Mukarovsky (S. Santererres-Sarkany 1990, pp. 21-22), el texto literario no puede separarse de otras series de fenómenos, ni de un modo histórico de existencia. El texto literario, en su conjunto, constituye un signo cultural que está relacionado, de varias maneras, con su productor y con sus receptores y por ellos con la cultura.

Nos damos cuenta de que la producción literaria es a la vez la traducción del universo social y del yo del autor. Es decir que el texto literario se refiere a un posible universo, que puede ser histórico o imaginario, en relación con un momento dado o una situación particular. El estudio sobre la imagen de la mujer en la literatura del siglo de Oro se inscribe en un universo histórico, psicológico, cultural y social. Este estudio traduce la coherencia entre la literatura y la sociedad del siglo de Oro. Como ya lo apuntamos más arriba, a partir de los estudios llevados a cabo por Enrique Villalba, en la literatura del siglo de Oro, las mujeres se clasifican en cuatro estados: doncella, casada, viuda y monja.

Las fuentes fundamentales para comprender la situación de las mujeres en España a lo largo de los siglos XVI y XVII son los textos jurídicos, médicos y moralistas que han llegado hasta nuestros días. Casi todos ellos coinciden en su consideración como un grupo diferenciado del que conforman los hombres y socialmente subordinado a él. (A. G. de Zamora Sanz, 2018, p. 8)

Que sea doncella, casada, viuda o monja, su consideración está relacionada con un hombre. Así se habla de mujeres “no respetables” como la madre de Lazarillo de Tormes y las mujeres de quienes se burlaba Don Juan Tenorio. Antona Pérez no representaba nada porque su marido era de clase social baja. Llevaba una vida difícil hasta tal punto que dio a luz a Lazarillo dentro del río Tormes.

Pues sepa Vuestra. Merced, ante todas cosas, que a mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tome el sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña, que esta ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomóle el parto y parióme allí: de manera que con verdad puedo decir nacido en el río. (Anónimo, 1554, P. 4)

Se pinta de esta forma el universo social de la mujer española de siglo de Oro de clase baja. Cuando el hombre (marido o padre) “protector” de la mujer es pobre, no se tenía ninguna consideración por ella. Muchos autores criticaron esta concepción.  En este sentido decía Lope de Vega: «Existir no es vivir. La existencia como la honra, no es algo que se tiene; es algo que se nos dan. Lo que se tiene es el honor y no la honra. No hay porque confundirlos. Honra es aquello que consiste en otro» (L. Rosales, 1960, p. 673). Abordaremos este aspecto en la parte reservada a las virtudes de las mujeres del siglo de Oro. Si volvemos a nuestro argumento, refiriéndonos a la vida de la mujer sin honor en aquella España del siglo de Oro, nos damos cuenta de que no todas las mujeres vivían la misma realidad social. A partir de esta escena, nos preguntamos: ¿Por qué la madre de Lazarillo parió dentro de río Tormes en lugar de hacerlo en un hospital?

Una cosa es cierta, si tuviera dinero no estaría en semejante situación. Después de la muerte de Tomé Gonzáles, su marido, Antona Pérez se vio obligada a prostituirse para cuidar de su casa en su situación de madre viuda. La miseria le obligó a confiar la educación de Lazarillo, su hijo, a un ciego mendigo. Antona Pérez es pues la imagen de la mujer del siglo de Oro que sufrió la desigualdad social.

El Buscón de Quevedo, nos revela otra imagen de la mujer a través de la madre de Pablos, el personaje principal. Es alcahueta y tiene poderes sobrenaturales.

Mi madre, pues, no tuvo calamidades. Un día, alabándomela una vieja que me crió, decía que era tal su agrado, que hechizaba a todos cuantos la trataban; sólo diz que le dijo no sé qué de un cabrón, lo cual la puso cerca de que la diesen plumas con que lo hiciese en público. Hubo fama de que reedificaba doncellas; resucitaba cabellos, encubriendo canas. Unos la llamaban zurcidora de gustos; otros, algebrista de voluntades desconcertadas, Y por mal nombre alcahueta y flux para los dineros de todos. (F. de Quevedo, 1948, p. 12)

Don Pablos nos presenta a su madre de esta forma. Es alcahueta. Lo que nos recuerda la historia de la Celestina de Fernando de Rojas. En efecto, Celestina es una hechicera o alcahueta que se prevale de su poder sobrenatural para influir en la decisión humana. Consigue solucionar la frustración de Calisto uniéndolo con Melibea que, en realidad, no le quería. Analizaremos esta imagen de alcahueta más adelante para comprenderla mejor.

            La mujer es presentada como un objeto utilizable y manipulable en función de las necesidades y deseos del hombre. Se consideraba casi una actividad divertida o un “deporte” burlarse de las mujeres de cualquier condición y luego relatar la burla como una gran hazaña. En el Burlador de Sevilla, don Juan Tenorio se burla de cuatro mujeres, dejándolas solas sin honor. Lo hace sólo para divertirse y buscar aventuras. La mujer aquí se presenta no solamente como un objeto de placer sino también como el obstáculo a la salvación de don Juan Tenorio. Por esta razón se presentaba a la mujer en aquel tiempo como «el demonio suave». En los estudios llevados por (C. Dupláa 1988, p. 55), muestra que para el clérigo Baltasar Gracián (1601-1658), la mujer es la fuente y el origen de todos los males. Al no poder compartir su compañía se la considera como la enemiga de su perfección espiritual. Esta concepción era la visión del mundo barroco. El demonio y la carne, quedaron representados bajo la imagen de la mujer. Por otra parte, la infidelidad femenina era palpable en la sociedad del siglo de Oro. Por esta razón, el adulterio estaba regida por la ley: «Si la mujer casada fiziere adulterio, ella y el adulterador ambos sean en poder del marido y faga dellos lo que quisiere y de cuanto han, así que no pueda matar al uno y dexar al otro». (J. González-Barrera, 2016, p. 33). A pesar de lo que precede, había mujeres que consagraban su cuerpo a Dios como religiosas.

En relación con la educación de la mujer, para Juan Luis Vives (1492-1540), «la mujer tiene todas las cualidades necesarias para poder instruirse, si bien su sabiduría debe estar al servicio de la familia, principalmente de los hijos» (C. Dupláa 1988, P. 55). En La perfecta casada, Fray Luis de León (1528-1591), muestra la misión didáctica que el hombre debe llevar a cabo para que la mujer actúe y obre como se debe.

La diferenciación entre hombres y mujeres quedaba también reflejada en los aspectos jurídicos. En la España de los siglos XVI y XVII, las mujeres estaban hasta la edad de 25 años bajo la tutela de sus progenitores […] Sin embargo, generalmente nunca llegaban a adquirir las libertades que esto podía suponer, pues antes de cumplirla ya habían tomado una de las dos posibilidades principales que tenían: contraer matrimonio o profesar en una orden religiosa, casos en los que pasaban a depender, de nuevo, de terceras personas. (A. G. de Zamora Sanz, 1918, p. 8)

Una vez casada, su lugar se halla en la vida privada, en el hogar; es allí donde las enseñanzas recibidas desde su infancia van a poder desarrollarse en beneficio de los intereses familiares. La esfera pública queda fuera del alcance de la mujer y su capacidad intelectual le es negada de forma contundente a finales del siglo XVI.

A pesar de que sí hubo autores que defendieron la necesidad social de su educación, la literatura española del momento deja patente las limitaciones del acceso al conocimiento de las mujeres, sobre todo aquéllas de las clases sociales menos elevadas. (A. G. de Zamora Sanz, 1918, p. 12).

Sin embargo, las mujeres de las clases sociales más bajas se aproximaban al aprendizaje intelectual en los conventos.

 De esta manera y como norma general, fueron una minoría las mujeres que, a lo largo del siglo XVI, tuvieron en España una educación intelectual, compartiendo todas ellas la pertenencia a clases sociales altas y a una élite cultural determinada, siendo generalmente sus padres los encargados de su educación. (A. G. de Zamora Sanz, 1918, p. 13)

En el Quijote, Cervantes nos presenta imágenes de mujeres cultas a través de las duquesas. Ellas leían libros filosóficos y tenían conocimientos de retórica. Participaban en el progreso del ducado. Es el caso de la mujer de Sancho, gobernador, a quien don Quijote recomienda que dé educación para poder ayudarle en su carga de gobernador. Significa que las mujeres de clase alta recibían una formación intelectual para poder cumplir con sus tareas.

  1. El movimiento literario sobre la imagen de la mujer en el siglo de oro

Dos grandes movimientos destacan en la literatura del siglo de Oro. Los autores describen dos tipos de mujeres: las mujeres imperfectas y las mujeres honradas.

2.1.  Las imperfecciones de la mujer española del siglo de Oro

Los escritores son unánimes sobre algunas imperfecciones de la mujer española. Hay hechos históricos que están representados en la literatura del siglo de Oro. Comencemos por la Celestina. Lo hemos dicho ya, es una alcahueta, dicho de otra forma, es una bruja. Tiene un poder sobrenatural con lo cual ayuda a Calisto a conseguir el corazón de Melibea. En cuanto a Cervantes, está convencido de que ningún poder es capaz de cambiar la decisión humana.

Bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples; que es libre nuestro albedrío y no hay yerbas ni encanto que le fuerce. Lo que suele hacer algunas mujercillas simples y algunos embusteros bellacos es algunas misturas y venenos, con que vuelven a los hombres, dando a entender que tienen fuerza para hacer querer bien, siendo, como digo, cosa imposible forzar la voluntad. (M. de Cervantes, 1968, p. 206)

Respetamos su opinión, sin embargo, hay algo más, Aldonza, la madre de Pablos el personaje principal de El Buscón, era bruja y las malas lenguas decían que hacía pactos con el diablo. Tenía el mismo poder que la Celestina, una bruja que por este motivo fue juzgada y condenada por la Santa Inquisición. Quevedo condena esta manera de actuar. No comparte la actitud de Celestina, por eso condena a Aldonza en su obra para expresar su desacuerdo con aquellos que se refieren a mujeres de este tipo. Este hecho es real, ya que en los siglos XVI y XVII, la Inquisición perseguía a los brujos y los mataba. Desde luego, el hecho de la brujería en la literatura del siglo de Oro es una transcripción de algo real. Aunque somos todos unánimes en afirmar que lo de la brujería no encanta a nadie. La brujería es nociva incluso si algunos sacan provecho de ella.

Además de la nociva imagen de alcahueta, hay otra imagen desvirtuada. Es la de las mujeres forajidas o bandoleras. La hija de Celestina es un ejemplo de este tipo de mujeres que representan el anti-honor. Elena, Montúfar y Méndez forman un grupo de tres pícaras que se dedican a la picardía. Se destinan a la deshonestidad, estafan, roban y por último Elena envenena a su compañera Montúfar y la mata. Elena fue detenida por este crimen. Esta imagen de una doncella que comete un crimen es una desgracia para la imagen de la mujer porque no la dignifica.

Además de las mujeres forajidas, tenemos a mujeres infieles, adúlteras, y prostitutas.

2.2.  Las virtudes de la mujer española del siglo de Oro

            En la literatura del siglo de Oro muchas mujeres destacaron por sus valores. Con el concepto de honor de aquel entonces, había gente que trataba de acercarse a la perfección. En efecto, el honor en el siglo de Oro era un concepto sumamente importante. En aquel momento, lo que un hombre era, dependía de lo que tenía o representaba en la sociedad. Por otra parte, el honor era sinónimo de la honra, entendida como una cualidad personal. El honor es la opinión que la gente tiene del individuo, es su reputación. De esta forma, el honor está relacionado con el comportamiento del individuo. En aquella España, perder el honor era una desgracia y el hombre sin honor no era nada. La literatura del siglo de Oro no queda al margen de este dinamismo social. Lope de Vega, un gran defensor de la honra en su drama, Fuente Ovejuna, describe la imagen de la mujer honrada y valiente a través de Laurencia una mujer de clase baja. A pesar de no tener honor, en términos de nobleza y riqueza, tenía honra y dignidad. Respeta su cuerpo y su rango social, no acepta los avances del gobernador y resiste ante su intento de violación y se escapa. Para Lope de Vega, no hay que confundir el honor y la honra. La honra consiste en la buena fama y en el mantenimiento de su imagen en buen estado. En relación con esta consideración, Laurencia, la mujer valiente es una mujer honrada y cuyo honor es verdadero.

A este respecto, Cervantes parece no estar de acuerdo con Lope de Vega.

La doctrina del honor cervantino no es sino un aspecto de su moral. Siendo ésta autónoma e inmanente, también lo será el concepto de la dignidad del hombre, que no pende de circunstancias externas (fama, opinión, galardones), sino de la intimidad de la virtud individual. (A. Castro, 1972, p. 355).

Al referirnos a la historia de la pastora Marcela y Crisóstomo[5], Cervantes nos da su concepción del honor y de la libertad. «El verdadero amor—añade Marcela—no se divide, y ha de ser voluntario y no forzado». (M. de Cervantes, 1968, p. 130).

Marcela no actúa para la fama. Expresa su libertad respetando su dignidad personal. No hace alusión a lo que pensaría la gente. La continuación de la escena justifica su lógica. Crisóstomo no aguanta su fracaso amoroso. Se da la muerte y la gente le atribuye a Marcela la muerte del desventurado Crisóstomo. En la concepción cervantina, cada uno es hijo de su obra. Significa que moralmente cada uno disfruta de los frutos de sus obras. No importa lo que piensan los demás. Desde entonces, no se debe actuar para satisfacer a la gente sino para respetar el honor personal. Por eso, don Quijote, en el caso de Marcela, no la condenó, por haber respetado su propio honor rehusando el amor de Crisóstomo. Eso es aún palpable en El Quijote en la historia del curioso impertinente[6]. Anselmo duda de su mujer Lotaria y la hace cortejar por su amigo Camilo[7] con la ayuda de quien consiguió su amor. Lotaria justifica su amor por Anselmo y está orgulloso de ello. Tras darse cuenta de que los avances de Camilo habían sido planificados por su marido, lo deja por convicciones personales. Es una mujer de carácter, que respeta y quiere ser respetada. En aquella España, había mujeres fieles a sus maridos y mujeres que respetaban su cuerpo. Calderón de la Barca nos cuenta más cosas sobre ello. En su drama, No hay burlas con el amor, Calderón pone en escena dos damas y dos galanes, cuyos amores, celos, malentendidos, cruces, confusiones y sobresaltos conducen a la armoniosa boda final de todos ellos. Así sucede con las dos damas, Leonor y Beatriz, los dos galanes, don Juan y don Alonso, y por último con los dos criados, Moscatel e Inés. Para Calderón, duele inevitablemente el amor, pero no hay manera de escapar a él. Si es verdad, que todo termina con la boda, al principio la joven Doña Leonor con la protección de su hermana mayor, la culta Doña Beatriz, no correspondió al amor de don Juan de Mendoza. Para eliminar ese obstáculo, Don Juan pide a Don Alonso que finja enamorarse de Beatriz para entretenerla mientras él corteja a Leonor. Calderón nos presenta a Doña Beatriz como una persona de rígida moral. En No hay burlas con el amor, la mujer es un ser respetable, con honra y buena moralidad. Ahora nos importa saber el argumento de las mujeres intelectuales sobre la cuestión.

 

 

  1. El argumento de las escritoras del siglo de oro

            A la literatura producida por los autores varones, hay que añadir la de las mujeres para realizar un análisis completo y objetivo. De igual manera que los hombres pintaron a la mujer en la literatura del siglo de Oro, las mujeres no se quedaron silenciosas. Sus escritos en relación con este tema tienen dos objetivos, el de la restitución de la verdad y el de la defensa de la mujer. Algunas mujeres destacaron por sus escritos. María de Zayas forma parte de las mujeres comprometidas en la defensa de la imagen femenina. En su obra La traición en la amistad, que es un alegato en favor de la solidaridad entre mujeres, María de Zayas muestra que la mujer es víctima del engaño del hombre. Sin embargo, la firmeza de la mujer acaba derrotándolo. Lo demuestra a través de Liseo uno de los personajes principales del drama La traición en la amistad. En efecto, Liseo es un burlador de mujeres. Consigue el corazón de Laura y promete casarse con ella.  Al mismo tiempo, está cortejando a Marcia, que de verdad está prendada de él, y Fenisa se enamoró de él. Marcia, renuncia a Liseo por completo cuando se entera de que está ya comprometido con Laura y se junta con Gerardo. En cuanto a Fenisa, mantiene su relación amorosa con Liseo y se enamora de don Juan, marido de Belisa. Marcia valora la amistad y el honor de una mujer más que la atracción que siente por Liseo. Marcia es una dama ejemplar y Liseo un hombre inconstante. Hay algo más. Zayas pone en escena a damas que se solidarizan en su deseo de venganza; Belisa se venga sola mientras Marcia y Laura se vengarán juntas.  Marcia es quien salva a Laura, y Marcia es quien concibe el plan para engañar a Liseo. El plan funciona porque éste piensa que corteja a Marcia cuando es Laura quien está detrás de la reja. Marcia declara que Fenisa ha de ser castigada por su Traición en la amistad. Todas determinan volver por lo suyo y a la vez defender su amistad. Fenisa es la única dama que ni evoluciona ni cambia. Es una egoísta impúdica. Dos imágenes destacan en La traición en la amistad: la de la mujer virtuosa y valiente como Marcia y la de la mujer sin honor, egoísta e impúdica como Fenisa. Si el propósito didáctico es prevenir a las mujeres contra maneras de proceder como la de Fenisa, hay que señalar que Zayas corrobora los escritos de los hombres sobre la cuestión. Podemos afirmar que la infidelidad de la mujer era una realidad en la España del siglo de Oro. Había mujeres sin escrúpulos y sin honor. Por otra parte, había mujeres comprometidas en la defensa del derecho de la mujer.

Leonor de la Cueva, es una de las autoras que defendió a la mujer en sus escritos. En su drama La firmeza en la ausencia, defiende a las mujeres frente a la acusación de su falta de firmeza. Leonor de Cueva niega que la inconstancia sea una característica femenina. Lo muestra a partir de Armensinda. En efecto, Armensinda y don Juan están enamorados; el rey Filiberto está enamorado de Armensinda, así que envía a don Juan a la guerra. Mientras este está ausente, el rey quiere conquistar a Armensinda, utilizando todas las argucias posibles. Sin embargo, Armensinda se mantiene firme y fiel a don Juan. Don Juan vuelve y el rey termina casándose con una princesa. Armensinda es una mujer honesta y virtuosa. Leonor de la Cueva presenta a las mujeres como seres firmes en el amor frente a los reproches que se les suele hacer de ser volubles.

Para Ana Caro de Mallén, el hombre no es más virtuoso que la mujer. En su obra Valor, agravio y mujer, intenta invertir el mito de don Juan.

Leonor es cortejada y seducida por don Juan al que se entrega. Pero él se olvida de la palabra dada y va a Flandes, donde se enamora de la Duquesa Estela de quien está también enamorado el hermano de Leonor. Leonor, para vengarse de don Juan se disfraza de hombre convirtiéndose en Leonardo. La duquesa acabará enamorada de ella, sin saber que es una mujer. El disfraz masculino sirve a Leonor como herramienta para iniciar las acciones que conducen a recuperar su honor. El tema de la sororidad o solidaridad femenina también está presente. Estela reprocha a don Juan su comportamiento con Leonor al tiempo que perdona a Leonor sus engaños. Al analizar el comportamiento de Leonor disfrazada de hombre en Valor, agravio y mujer, comprendemos que Ana Caro no soporta el hecho que se caracterice a la mujer como un ser sin honor. Muestra que la mujer es inteligente y virtuosa.

A continuación, en El conde Partinuplés, a través de Rosaura emperatriz de Constantinopla y Aldora maga y prima de Rosaura, Ana Caro nos muestra su desacuerdo frente al comportamiento de los hombres y valora la imagen de la mujer. Rosaura se niega a casarse por miedo a que su marido arruine su existencia y tiene el apoyo de su prima Aldora que posee poderes mágicos. Rosaura rehúsa los consejos de Emilio que le dice:

Cásate, pues que no es justo

Que dejes pasar la aurora

De tu edad tierna, aguardando

              A que de tu sol se ponga (A. Caro, 1653, verso 70 al verso 73).

 

La respuesta de Rosaura está clara en estos términos:

¿Quién duda de que batirá

De mi pecho el muro tierno

Con fuerzas y tiranías

Siendo quizá un monstruo fiero

Que provoque la ruina

            De mi vida y de mi imperio?  (A. Caro, 1653, vv. 409 – 414)

 

Aquí se plantea un problema serio, el del casamiento que es sinónimo de quitar el poder a la mujer porque en aquel tiempo la mujer desempeñaba un papel segundario en el hogar. Rosaura no quiere sujetarse a la dominación del hombre, quiere ser libre y mostrar que, sin el hombre, la mujer puede arreglárselas sola. Es una excitación a la rebeldía femenina para decidir de ellas mismas en la elección de sus maridos y sus preferencias. En el caso de que quieran abstenerse, que lo hagan con toda su fuerza. Con la ayuda de la alcahueta Aldora, Rosaura llega a conocer sus pretendientes. Por último, a través de su poder mágico todo se resuelve y la emperatriz Rosaura se casa con el conde Partinuplés. Aldora propone a Rosaura un ideal de compañero con el que pueda sentirse bien, alguien que la complemente y que la ayude en las tareas. Ana Caro de Mallén presenta a Aldora como un personaje inteligente, capaz de solucionar los problemas que sufre Rosaura. Ahora bien, Quevedo en El Buscón a través de la madre de Pablos muestra lo contrario. En tiempo de Ana Caro de Mallén, estas mujeres sufrían una persecución por parte de la Santa Inquisición. La autora, al loar los méritos de Aldora, parece no estar de acuerdo con esta práctica. Eso, porque con Ana Caro tenemos la impresión de que la brujería tenga aspectos positivos.

 

Conclusión

            La imagen de la mujer en la literatura del siglo de Oro puede ser estudiada de muchas maneras y bajo diferentes ángulos.  Algunos críticos han realizado ya trabajos sobre la cuestión con objetivos específicos. Nuestro estudio se inscribe en una nueva perspectiva en relación con la imagen femenina de la literatura del siglo de Oro. El objetivo es mostrar el dinamismo creador y el movimiento literario sobre la cuestión. Para alcanzar este objetivo, hemos utilizado el método temático. La crítica temática nos ha permitido resaltar la relación de semejanza entre la vida de la mujer en los textos literarios y la vida de la mujer en la sociedad española del siglo de Oro. La crítica temática nos ha llevado también a relacionar el éxito de algunos escritores con la imagen de la mujer. Por último, la crítica temática nos ha facilitado el poder analizar el movimiento literario en relación con este tema.

Como resultado, vemos que la imagen de la mujer fue un factor capital en el éxito de las más importantes obras literarias del siglo de Oro. La Celestina, el Quijote, la Fuente ovejuna, La hija de Celestina, No hay burlas con el amor […] forman parte de los escritos literarios cuyo éxito se debe en gran parte a la imagen de la mujer. Constatamos además que la imagen de la mujer en la literatura del siglo de Oro es una metáfora de la vida de la mujer española de aquel tiempo. El estudio muestra que la mujer persona y la mujer personaje compartían la misma realidad social, sufrían las mismas dificultades relacionadas con el machismo y el entorno social. El estudio muestra también dos dimensiones de la mujer: la mujer sin honor y la mujer virtuosa. Por otra parte, no sería interesante hablar de la imagen de la mujer en la literatura del siglo de Oro sin interrogar a las mujeres. Los escritos de las mujeres corroboran los escritos de los hombres en muchos puntos respecto al sufrimiento de la mujer, sus defectos y sus cualidades. Sin embargo, María de Zayas, Ana Caro de Mallén y otras autoras, a través de sus escritos exigen el respeto por el género femenino y sensibilizan a las mujeres a unirse para defender sus derechos e imponer este respeto en caso de rechazo por parte de los hombres. Comprendemos, sin embargo, que los derechos que tiene la mujer de la España moderna no corresponden a los de la España del siglo de Oro.

A la luz de los resultados, podemos considerar que el objetivo ha sido alcanzado. Sin embargo, para realizar un estudio completo sobre el tema, en los próximos trabajos, nos interesaremos en descubrir el estado psicológico de la mujer a través de la literatura del siglo de Oro.

 

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[1] Universidad Carlos III de Madrid

[2] La crítica temática es una referencia al tema en los estudios literarios.

[3] Texte d’origine. Puisque l’œuvre a une fonction tout à la fois de création et de dévoilement du moi, la critique thématique accorde une attention toute particulière à l’acte de conscience de l’écrivain.

[4] Aldonza Moreno es la dama de quien se enamoró don Quijote en realidad. En su imaginación la transformó en Dulcinea.

[5] Esta historia se cuenta en el  Quijote en la primera parte del capítulo 11 al capítulo 14

[6] Esta historia se cuenta en el  Quijote en la primera parte del capítulo 33 al capítulo 35

[7]Camilo desempeñó el papel de alcahuete en la relación de Anselmo y Lotaria. Al principio, Lotaria no aceptó los avances de Anselmo. Pero con la intervención de Camilo a favor de Anselmo, Lataria acepta ser su mujer.

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