ESTUDIO COMPARATIVO DE LOS RITOS FUNERARIOS LOS PUEBLOS BÉTÉ E INCA
Kouassi Michel YAPI
Enseignant-Chercheur
Université Félix Houphouët-Boigny
Resumen
Este artículo trata de una parte de la cultura Bété de Costa de Marfil y de la cultura Inca de Perú. La representación de la muerte entre los Bété y los incas tiene rasgos comunes. Así, la idea de la muerte y de la otra vida son dos hechos que constituyen las bases fundamentales de su organización funeraria y creencia en el más allá. A pesar de esta proximidad, hay que admitir que existen ciertas diferencias en la forma de celebrar los funerales. Mientras que los Bété creen que rendir homenaje a su líder-difunto significa hacerle un funeral digno de su rango, es decir, una esquía grandiosa, los incas creen que hay que resaltar la intimidad del jefe, y que esto debe hacerse mediante sacrificios para que ninguno de sus secretos salga a la luz tras su muerte y pueda ir tranquilamente al más allá.
Palabras clave: Bété, Inca, cultura, ritos funerarios, sacrificios
Comparative study of funeral rites Bété and Inca peoples
Summary
This article deals with a part of the Bété culture of Côte d’Ivoire and the Inca culture of Peru. The representation of death among the Bété and the Incas has some common features. Thus, the idea of death and the afterlife are two facts that constitute the fundamental bases of their funerary organisation and belief in the afterlife. Despite this proximity, it must be admitted that there are certain differences in the way funerals are celebrated. While the Bété believe that paying homage to their leader-deceased means giving him a funeral worthy of his rank, i.e., a grandiose funeral, the Incas believe that the chief’s intimacy should be emphasised, and that this should be done by means of sacrifices so that none of his secrets come to light after his death and he can go peacefully to the afterlife.
Keywords : Bété, Inca, culture, funeral rites, sacrifices.
Étude comparative des rites funéraires en pays Bété et Inca
Résumé :
Cet article traite d’une partie de la culture Bété de Côte d’Ivoire et de la culture Inca du Pérou. La représentation de la mort chez les Bété et les Incas présente des caractéristiques communes. Ainsi, l’idée de la mort et de l’au-delà sont deux faits qui constituent les bases fondamentales de leur organisation funéraire et de leur croyance en l’au-delà. Malgré cette proximité, il faut admettre qu’il existe certaines différences dans la manière de célébrer les funérailles. Alors que les Bété estiment que rendre hommage à leur chef défunt signifie lui offrir des funérailles dignes de son rang, c’est-à-dire des funérailles grandioses, les Incas pensent qu’il faut mettre en avant l’intimité du chef, et ce par le biais de sacrifices afin qu’aucun de ses secrets ne soit révélé après sa mort et qu’il puisse rejoindre paisiblement l’au-delà.
Mots clés : Bété, Inca, culture, rites funéraires, sacrifices.
INTRODUCCIÓN
La vida humana comienza con el nacimiento y termina con la muerte. El nacimiento trae esperanza y, por tanto, alegría a la sociedad, mientras que la muerte engendra tristeza, lágrimas, dolor y separación. Así, para algunas personas, enterrar a su familiar fallecido sin hacer nada es como si no fueran conscientes de todo lo que aquel había hecho aquí abajo. Es este contexto el que lleva a los Bété de Gagnoa y a los Incas del antiguo imperio incaico a realizar ritos funerarios en señal de gratitud hacia sus difuntos.
Para los Bété, este momento es de gran importancia porque es el momento en el que expresan al mismo tiempo tres aspectos fundamentales de su relación con el difunto: amabilidad, reconocimiento y agradecimiento. En este momento clave de la separación, cuando hablan de la « bondad » del difunto, tienen la oportunidad de revelar al mundo una parte viva de su cultura, que de hecho es desconocida para ellos. A diferencia de los Bété, los Incas practicaban ritos funerarios para acompañar al alma del difunto en paz hasta el dios Viracocha.
El interés de este artículo es sociocultural. Muestra primero cómo se practican los ritos funerarios de los pueblos bété e inca. En segundo lugar, se trata de mostrar el acercamiento sociocultural que existe entre ambos pueblos, que tienen en común una práctica ancestral bien conservada y perpetuada a través de las generaciones, a pesar de algunas diferencias fundamentales.
De hecho, observamos que una de las realidades que se imponen a todos los seres humanos es el nacimiento y la muerte. Cuando una persona muere, se organizan ceremonias que constituyen ritos funerarios. En África en general y en Costa de Marfil en particular, esto se hace en todos los pueblos, pero es uno de los elementos fundamentales que caracterizan a los Bété que tienen una forma única de llevar a cabo sus ritos funerarios. Sin embargo, esta especificidad del Bété se encuentra también entre los Incas del Perú y sus descendientes, lo que llama nuestra curiosidad y nos permite realizar este estudio para percibir las razones profundas de sus similitudes. También se trata de destacar el papel y las influencias fundamentales de estos ritos en ambas sociedades. La hipótesis de nuestro trabajo puede girar en torno a esta idea: los ritos funerarios bété e incas tienen manifestaciones sociológicas tradicionales y participan de la vitalidad cultural. Partiendo de esta hipótesis, nuestra principal preocupación, por tanto, es la siguiente: ¿cómo se desarrollan los ritos funerarios de los pueblos bété e inca?
En torno a este problema principal, se articula una serie de preocupaciones, que son las siguientes ¿Cuál es la particularidad de cada rito funerario? ¿Cuáles son las características comunes de ambos ritos funerarios?
La práctica de ambos ritos crea diferencias entre los mencionados ritos funerarios. Para mostrar mejor los diferentes aspectos que componen las distintas partes de este trabajo, lo hemos dividido en tres partes. La primera parte presentará el marco teórico y conceptual y la definición de los conceptos. En la segunda parte, se analizarán las convergencias entre ambos ritos funerarios. En la tercera y última parte, mostraremos las diferencias fundamentales entre ambas prácticas sociales.
I- CATEGORIZACIÓN EN TORNO A LA MUERTE
En África y América Latina, cuando una persona muere, la población trata de identificarla socialmente. Esta acción revela una cierta categorización de la muerte. Entre los Bété, como los Incas, esta regla social tiene una explicación lógica, debida a las circunstancias que rodean la muerte de una persona y según la importancia que el fallecido tenía en su sociedad.
1- Categorización según las circunstancias de la muerte
En todas las civilizaciones se habla de muerte natural, es decir, la persona fallecida envejece y llega a una edad que no le permite seguir viviendo. Cuando llega este momento, al principio, la población no sospecha su muerte en general, porque sabe más o menos que ha llegado el momento de separación irreversible. Siempre muere la gente por alguna razón: enfermedad, accidente, etc. Entre los Bété, la idea común es que tal muerte es obra del gazoô[1] y para los Inca, de Viracocha. En este caso, todo sucede de forma ordinaria. Los ritos se realizan de tal manera que el zouzou[2] o animu[3] del difunto va rápida y simplemente al kouyadoukou[4] y, a la huaca[5]. Así, la mentalidad colectiva de ambas sociedades sugiere que en este caso el difunto va a reunirse con sus antepasados en un nuevo mundo.
Sin embargo, si hablamos de muerte natural, también existe una muerte no natural, inducida, es decir, sometida a fuerzas externas malignas. Se entiende por muerte inducida la causada por una influencia externa. Esta muerte está motivada por el hecho de que el fallecido murió en una situación particular, que ni es natural y tampoco, la causa es desconocida por todos. Cuando hablamos de este tipo de muerte, no nos referimos al suicidio, aunque consideramos que, en algunos casos, el suicidio también puede ser obra de fuerzas malignas.
Lo que queremos mostrar es que, en el imaginario colectivo, la muerte causada es siempre obra de personas o espíritus malignos que viven en una sociedad que tiene sus propias reglas. Sin embargo, su espíritu malévolo les empuja violar estas reglas, dándoles rienda suelta a lo prohibido. Una muerte sospechosa se produce cuando las circunstancias de la muerte no están claras, cuando la comunidad cree que la muerte es un acto de espíritus malignos que quieren impedir que la víctima tenga éxito, o cuando una persona con un futuro mejor muere, por ejemplo, en la flor de la vida o después de graduarse, conseguir un trabajo o un ascenso en su carrera, y esto se debe a un accidente.
En realidad, el sospechoso es el gougnon[6] o achichin[7], que suele ser una persona mayor en pueblo bété o una mujer en el país inca. Gareis nos informa sobre esta cuestión cuando avanza la idea que «en el antiguo Perú existían individuos que practicaban la brujería para dañar a otros miembros de la sociedad, siendo considerados por ello como brujos maléficos» Gareis (1993, p.7). El gougnon entre los Bété o el achichin entre los Incas serían los responsables de esta muerte. Y en ambas sociedades, la organización de los ritos funerarios para una persona asesinada por brujería se hace de una manera particular.
Los Bété organizan ritos para descubrir la verdadera identidad del brujo o la bruja o el mago y quién lo ordenó. A continuación, se entierra a la persona de una forma determinada. Blé apunta en esta dirección: «un familiar organiza una ceremonia para que el desaparecido se lleve a su asesino» Blé (2001, p.3). En cuanto a los Incas, hablan con el difunto a través de los espíritus para revelar la identidad de su asesino a sus padres e informarles. Según ambos pueblos, esto es posible si la persona es realmente inocente, es decir, si no es un ladrón, grosero o irrespetuoso, o incluso adúltero.
En una palabra, se trata de ver si la persona no tiene antecedentes penales ya manchados. Esto es lo que ocurre en el mundo sobrenatural. En el mundo físico, el difunto es enterrado después de buscar y ver al brujo o bruja que le mató. Una vez hecho esto, la bruja es castigada según el grado del delito cometido. Por así decirlo, en ambas sociedades, la información disponible en cuanto a las circunstancias de una muerte determina la orientación de los ritos funerarios, siendo la metafísica la base de todo en el ámbito social.
2- Categorización según la importancia del fallecido en la sociedad en la que vivía.
Los Bété e Incas practicaban ritos funerarios teniendo en cuenta el papel que desempeño el difunto en su sociedad. Esto hace que los ritos funerarios no se confundan, ya que la importancia social de los ciudadanos les otorga un funeral típico y particular. Como en todas las sociedades humanas donde hay clases sociales, en el pueblo bété esta representación social sigue vigente. Del mismo modo, entre los Incas, la clase social es la base de todas las actividades que se desarrollan en la sociedad. De ahí, la importancia central de estas organizaciones sociales.
Tal organización repercute inevitablemente en estos ritos, por lo que la diferencia fundamental entre los ritos funerarios de los kiffy o krôgbôgnon[8], dougnon[9] y poègnon[10] es claramente perceptible. Aparecen aquí tres clases sociales: el kiffy o krôgbôgnon es el rico, el « todopoderoso » cuya posición social le da importancia, valor y consideración por parte de la población porque es capaz de reaccionar ante todas las situaciones y decisiones que requieren dinero. El dougnon pertenece a la clase media y el poègnon a la clase pobre. Se observa que la estratificación social contiene las huellas de un comportamiento colectivo que determina diferentes ritos funerarios.
Los primeros (kiffy o krôgbôgnon) merecen, para los Bété, grandiosos funerales que implican incluso a los pueblos vecinos. En efecto, el jefe es el número uno, el principal representante de la colectividad bété, y el krôgbôgnon es el que más participa en el desarrollo del pueblo. Más allá de la conciencia o el reconocimiento del papel desempeñado por éstos, sus funerales son, para esta población, una oportunidad de beneficiarse de la riqueza que tuvieron y dejaron. Para los organizadores (a menudo miembros de la familia), es el momento de afirmar su poder en el pueblo. Si sale mal, se convierte en una desgracia para la familia, incluido el fallecido.
Estos funerales reúnen a las grandes personalidades de la comunidad e incluso del país. Estos últimos (dougnon y poègnon) no tienen el mismo grado de funerales, como los demás, lo que confirma su estatus social. Son menos considerados que los anteriores, y sus funerales se limitan a sus familiares. Solo la familia se hace cargo de todos los gastos sin ayuda externa, como es el caso de los jefes y los ricos del pueblo. Si la familia no tiene dinero, sus parientes o miembros no pueden organizar grandiosos funerales. Además, la tumba del difunto no puede ser tan bella como la de los jefes.
En el pueblo inca, quienes tienen ritos funerarios especiales son los reyes y sus colaboradores, los tucuy rucuy. Cuando estas personas mueren, especialmente el rey, hay una forma típica de organizar su funeral. En general, las ceremonias fúnebres tienen lugar en la ciudad de Cuzco y reúnen a toda la población del Twantisuyo. Debido a su importancia, el rey es considerado como el representante de Dios, por no decir heredero directo de Dios, y por tanto su muerte se considera como una gran pérdida. Así, su ceremonia fúnebre alcanza una alta dimensión y una activa participación de todas las clases sociales porque “llevaba unido a si cierto carátere sagrado, carácter desprendido del hecho de que, el inca, era considerado (…) Como hijo del sol ». Betanzos (1880, p.29)
Con los incas, una persona así no puede compararse con un ayanacona[11] ni confundirse con el ayllu hatun runa[12]. Un yanacona, un ayllu hatun runa y sus respectivos descendientes están enterrados de forma diferente en los Incas de Curacas. Entonces, llevan funerarios ordinarios. Al ser súbditos del Inca, su destino depende a menudo de la muerte del Inca. La cuestión de clase social determina, pues, el tipo de funeral o ceremonia funeraria entre ambos pueblos. Tanto el Bété como el Inca orientan su visión en este sentido. Para ellos, los ritos funerarios de los ricos no pueden confundirse con los de los campesinos pobres.
II- LAS CEREMONIAS FUNERARIAS
Todos los pueblos tienen ceremonias funerarias ordinarias. Así, en África, América, Asia, Oceanía y Europa, cuando hay una muerte, es necesario ceremonias funerarias antes de enterrar al difunto. Los pueblos Bété e Inca se inscriben en esta misma dinámica.
1- El aseo mortuorio y la conservación del cadáver
Desde la antigüedad, la limpieza del cuerpo siempre ha sido parte integrante de los ritos funerarios. Los Bété e Incas reconocen la importancia de la limpieza funeraria. Como es habitual en ambos grupos, en cuanto muere una persona, se designa a mujeres para que realicen la limpieza. Suelen ser mujeres de edad avanzada. Estos, según ambos pueblos, son capaces de actuar en nombre de los ancestros y de cuidar a los difuntos cuando renacen en el kouyadoukou o en la huaca.
Experimentadas en la práctica del parto, son las depositarias del poder ancestral que les permite proteger a los niños (se considera que es el niño el que regresa a sus antepasados después de permanecer en la tierra, lugar de peregrinación) en los primeros momentos de su vida. Son los hombres los que llevan los restos a un lugar escondido para que se pueda realizar la limpieza. Los hombres no juegan un papel real en el baño de la morgue. En pueblo Bété, las mujeres lavan el cuerpo con la mano izquierda, para evitar la suciedad. Las mujeres incas lo hacen con las dos manos porque para ellas, un hijo sigue siendo un hijo incluso en la muerte. Una vez terminado el lavado, estas mujeres se lavan las manos, la cara y los pies con hojas que sirven de purificadores.
Entre estos dos pueblos (Bété e Inca), la cuestión del lavado y la conservación del cuerpo del difunto es fundamental para la realización de los ritos funerarios. Ninguno de ellos niega la importancia de lavar y conservar el cuerpo del difunto. Cuando una persona fallece, es imprescindible conservar el cuerpo para organizar los funerales. En ambos pueblos, lavar un cuerpo es una forma de mostrarles respeto y consideración, de honrarlos. Francisco Carranza Romero lo explica bien cuando dice
Cuando el proceso de la enfermedad ya hace suponer el fallecimiento inevitable, el mismo paciente escoge a un familiar para que lave su cadáver; generalmente, es el familiar más cercano o de confianza. Y el escogido para este rito se siente muy honrado. (…). El ritual de lavar el cuerpo del recién fallecido se realiza a puerta cerrada, en silencio, con mucho respeto, con mucho cuidado y con mucha confianza. Esta es la limpieza física antes de iniciar el nuevo viaje hacia la otra existencia. Romero (2018, p.3)
Lo mismo ocurre con los Bété. Después de la limpieza funeraria, el cuerpo se conserva. La conservación del cadáver responde a la necesidad de la familia de reunirse para organizar el funeral. Para enterrar a los difuntos con dignidad, la población en general y los hombres en particular deben prepararse. Así, ambos pueblos visten el cuerpo con ropas blancas. A continuación, se cierran los orificios (nariz, boca y oído) con algodón.
2- El velatorio
Los velatorios están marcados por la música. Este rito también se llama velación, no sólo porque se encienden velas, sino también porque se vela al cadáver. Es el momento en el que todos descubren la tradición de estos pueblos en su profundidad. Ésta es la parte más visible de los ritos funerarios. El velorio reúne a los habitantes en un lugar bien definido y común a todos los pueblos, digamos que estamos ante la universalidad de todos los ritos funerarios, a la que no escapan a los Bété e Inca. Durante este momento, las acciones relevantes son las canciones, los bailes y las donaciones. Los Bété cantan y bailan al ritmo del aloukou [13]y el gbégbé[14]. En Costa de Marfil es bien sabido que los funerales comienzan los viernes, por lo que la vigilia fúnebre en el pueblo Bété tiene lugar los viernes y comienza a las ocho de la tarde hasta el amanecer. Este es un momento crucial en el rito funerario de esta tierra.
Los descendientes que viven fuera del pueblo apoyan a la familia, porque en el pueblo Bété la gente es muy sensible a los más pequeños gestos de compasión, así que todos son los bienvenidos. Aquí, no es necesario ser miembro de la familia para participar en la velación, porque los africanos se distinguen por su valor social y la solidaridad, que son rasgos distintivos de la vida en sociedad. Estar presente con la gente en luto se considera un acto de gran consideración, amor y bondad. Antes de que comience la vigilia, es decir, durante el día, se comparte la comida y la bebida. Así, el velorio se convierte en un momento de contraste desde el punto de vista moral porque por un lado se come, se bebe y este momento representa para muchos, un momento de encuentro por diversas razones.
Por otro lado, los deudos expresan su pena a través del llanto y el silencio, que materializan su dolor porque la separación no es circunstancial, sino eterna. El velorio es evidentemente una ocasión de « alegría », ya que la gente canta, baila, ríe y a veces grita de alegría. La población, en presencia de los restos mortales, baila al ritmo de canciones folclóricas interpretadas por artistas locales Bété, al tiempo que hace donaciones a la familia doliente. Los ritmos van desde los cantos de alegría hasta los cantos de tristeza. A medianoche, los artistas suelen empezar a cantar un tipo de canción llamada wézé[15].
Con estas canciones expresan su dolor y los participantes se unen para mostrar su solidaridad a través de su tristeza. Aquí, la tristeza o el sufrimiento de los familiares del fallecido comienza realmente cuando aparecen los primeros signos de la separación definitiva. Normalmente, al escuchar estas canciones, los más sensibles se ponen a llorar, y las niñas y las mujeres gritan más fuerte que los demás. Los conocidos y amigos cercanos cuentan la historia del fallecido, a veces por imitación. El lado oscuro de su historia se oculta en parte, y la gente habla de su amabilidad, su humor, sus buenas relaciones con los demás (su buen comportamiento). Incluso cuando la gente quiere evocar su mal comportamiento, lo hace de una manera burlona que hace reír al público.
Finalmente, por la mañana, el pueblo acompaña al cadáver al cementerio para su entierro. El acompañamiento no es sólo físico porque es el cuerpo (visible) el que se acompaña, sino también espiritual porque en el cementerio, antes de depositarlo en su tumba, los ancianos de la familia hacen libaciones para que su zouzou descanse en paz en el kouyadoukou. Después del entierro, si la familia lo desea, puede colocar en la tumba los objetos que el difunto utilizaba de manera regular. Sin embargo, este proceso no es obligatorio.
Para la comunidad inca, la muerte no es una tragedia. Para ella, los seres que abandonan este mundo pasan a una nueva dimensión, ya que sus familiares les acompañan con juegos, abundante comida y rituales. Esta es la explicación más popular de la estela en este pueblo. Más allá de esta explicación, que pretende calmar a los que sufren la separación, hay un gran dolor que no se puede explicar. Cristina Márquez, nos hace entender mejor esto diciendo que «en los funerales (…) hay dolor, porque extrañaremos a los seres queridos que nos dejan, pero al mismo tiempo la certeza de que alcanzaron el Suman Kwsay»[16]. Márquez (2017, p.8). Bernabé Cobo también apoya esta afirmación cuando afirma que «En el fallecimiento del indio, se hacían sus deudos grandes llantos y ceremonias antes que lo entierren (…) celebran estos llantos bailando al son de tambores y cantando endechas tristes y lamentosas». Cobo (2001, p.5).
La conciencia de que existen varias dimensiones y de que la muerte sólo implica un cambio de estado, marca la ritualidad de estos funerales que se desarrollan durante tres noches. Al igual que en pueblo Bété, toda la comunidad participa en la velación. El velorio no se percibe como un acontecimiento de tristeza sino de « alegría » como en el país de la Bété. Este momento está marcado por la abundancia de comida y bebida para todos los presentes. El cronista Cobo cuenta:
cuando el indio murió, sus padres rompieron a llorar y organizaron grandes ceremonias antes de enterrarlo…. Estos festines y celebraciones duraban más o menos tiempo según el estatus y la calidad del difunto. Celebraron estos placeres bailando al son de los tambores y cantando quejas tristes… Dieron comida y bebida a los familiares y amigos del fallecido que acudieron al acto mortuorio Cobo (1964, p.273).
La música es uno de los elementos fundamentales que permiten que se produzca la velación. Cristina Márquez nos cuenta que «en esa época también se escuchan cantos fúnebres: [el wayra puriq o el puriq wayra] »[17] Jorge y Farfán (2018, p.21). El wayra puriq representa el lougboulo»[18] en pueblo Bété. Es un canto en el que los Incas expresan su tristeza, dolor y lamentos cuando muere un individuo de la comunidad. La canción está compuesta por las palabras siguientes:
Puriq wayra, maytan rinki?
Viento errante, ¿a dónde vas? Usqhay usqhay phawaspayki,
¿Sí, rápido?
llayman tinkuspaqa
Si te encuentras con dios
waqan nink
Dile que su hijo está llorando Sumaq uyanta chinkachispa
Al esconderse son caras hermosas
Muspha muspha purirqani
El marzoit sin saber a dónde ir
khuyaq sonqollaywan
Con mi pobre corazon lleno de dolor
Tutayaqpi rikukuni
Estoy en la oscuridad
Jorge y Farfán (idem, p.5)
En esta canción, observamos frases como «wakacha khuyaq songollawan tutayaqpi rikukuni»[19] La Riva (2005, p.82). Se trata de una expresión pura del dolor que sienten los familiares del difunto; además, con ésta se pronuncia el animu del difunto con la frase: “puriq wayra maytaq rinki?”[20] Al hablar de viento, se refieren al alma del difunto. Esto no significa que los Incas no saben a dónde va el alma. Al preguntar adónde va el animu, muestran la dolorosa dimensión de la separación definitiva.
Es importante decir que cada separación crea un sentimiento de alegría para algunos que no tuvieron una buena relación con este último que les deja o un sentimiento de tristeza para otros que todavía estaban con él. Pueden ser amigos, familiares, colegas, etc. De hecho, pueden echar de menos su hogar porque la separación no siempre es aceptable. Hablando de nostalgia, los Incas, al igual que los Bété, recuerdan la actitud que el difunto tenía en la sociedad; por eso le imitan para mostrar a quienes no le conocieron una idea de su persona. Informan a la comunidad de las condiciones en las que falleció y esto crea otro sentimiento. Hacen sacrificios para que, si están enojados, los ancestros y los dioses que son Virracocha e Inti Raymi renuncien a su maldad y a todo lo que hizo mal cuando vivió en la tierra.
En todo caso, es cierto que vivirá en la huaca, pero ¿en qué condiciones vivirá en este lugar? Por eso, los antiguos Incas pedían a sus dioses clemencia para que les dieran otra oportunidad de vivir como los demás. Al igual que en pueblo Bété es importante señalar que puede vivir en la pobreza en la huaca. Cuando los ancianos hacen sacrificios para apaciguar al lagô tapê, es sólo para permitir que sus compañeros fallecidos descansen en paz en el kouyadoukou y no para abandonar a toda la comunidad por sus pecados. Es necesario informar que esto no tiene nada que ver con la religión o con la situación que viven. Después de todo, es el momento del entierro durante el cual el pueblo acompaña al cuerpo con cantos y llantos.
Una vez terminado el velatorio viene la parte del entierro; como los Bété, colocan objetos como utensilios y hojas de coca en la tumba del difunto. Durante el entierro, también se procura reunir todas las pertenencias del difunto alrededor suyo, como confirma Chloé Tessier: «Hazlo y entiérralo con tus chanclas [sandalias] y tu ropa. Con todo lo que entierran hasta los guisantes [broche de plata] entierran eso: Sandalias, joyas, ropa usada, herramientas y accesorios profesionales (armas, instrumentos musicales, ajuares tejidos)» Tessier (2015, p.5).
También se dejan ofrendas como comida, chicha, una bebida de maíz fermentado, e incluso pañuelos cerca de los cuerpos. Los muertos se llevan, como provisiones y utensilios domésticos, mazorcas de maíz, una olla de chicha, una lata y una cuchara. Si se trata de un hombre, se añaden a estos objetos una honda, un garrote, un equipo de caza o de pesca y un rollo de trenzas de lana. Si se trata de una mujer, se coloca junto a ella un pequeño cesto compuesto por tallos de jarava, manojos de lana, volantes y agujas de tejer proporcionadas por las largas espinas negras del cactus quisco.
En estos días, el alma se sitúa junto al cadáver y observa el comportamiento de los vivos: los que lloran y los que visitan. Estos son los días para restablecer la paz rota antes entre los muertos y los vivos. Los familiares y visitantes aprovechan la ocasión para desear al difunto un buen viaje y pedir perdón por las ofensas cometidas. También perdonan al difunto todos sus errores y deudas. La gloria se alcanza en la solidaridad.
III- FINALIDAD Y DESTINO DE LOS DOS RITOS FUNERARIOS
1- La contribución de los dos ritos en la sociedad Bété e Inca
Aunque el duelo es un periodo doloroso y difícil, es importante tomarse el tiempo para detenerse y vivir este momento. Por ello, los ritos funerarios se ponen al servicio de los que quedan atrás. Eso, para que éstos vivan las diferentes emociones que les atraviesan y para que encuentren consuelo en los que les rodean. Los ritos funerarios permiten también que acepten esta dura realidad que nadie puede evitar, pero que puede servir para enseñar ciertos valores como la humildad, el amor a los demás y para aprender que todos necesitan de todos, sea cual sea su estatus social. Los ritos funerarios son fundamentales en las sociedades africanas y latinoamericanas en general, pero especialmente en los pueblos bété e incas, ya que les permiten afrontar el duelo, llorar al difunto y celebrar su regreso al mundo de los antepasados que les esperan.
Aunque no quieren sufrir, los ritos funerarios permiten a los Bété e Incas experimentar emociones con motivo de que la muerte y los sentimientos que la rodean, les hagan comprender el sentido efímero de la existencia humana y ver lo importante que es comportarse bien con los demás. También se les hace percibir la inevitabilidad de la muerte: uno no ha pedido permiso para venir a este mundo; por lo tanto, no puede solicitar permiso para volver a sus antepasados, de donde vino. Al ver al difunto en el ataúd antes del entierro, la familia y los parientes se dan cuenta de la separación definitiva del difunto y continúan su proceso de duelo.
Este rito, como muchos otros, es por tanto muy importante para el futuro. En efecto, los ritos funerarios les permiten encontrar algún sentido a la existencia del difunto y elegir, entre los elementos de su vida, los que les resultan significativos o no. Les permiten compartir con otros familiares, recuerdos, historias y apoyo mutuo en este difícil momento y la solidaridad necesaria para el ser humano en sus relaciones con sus semejantes. La exposición se convierte así en un momento para comprender que la vida no se ha detenido y que esa persona, aunque se haya ido físicamente, permanece con ellos gracias a las cosas que les enseñó, los hijos y las obras que dejó antes de morir, así como los momentos que compartió con ellos.
Por último, se establecen ritos funerarios para los que quedan, para los que deben seguir viviendo después de la muerte del difunto. Por lo tanto, es imperativo pensar en ellos en la organización del funeral. Hay que darles tiempo para hacer el duelo, recibir visitas de amigos y familiares, dar sentido a su vida y aliviar su sufrimiento para que puedan seguir adelante.
2- La visión de honrar al difunto
La cosmovisión Bété e Inca nos muestra el movimiento del ciclo vital en etapas básicas generales definidas como nacimiento, juventud, adultez y vejez. Se caracterizan por lo siguiente: Al nacer, el ser humano necesita cuidados y condiciones para llegar a la adolescencia y, posteriormente, a la edad adulta. La transición de la juventud a la edad adulta es la fase en la que se cultivan y generan los aprendizajes sociales y psicológicos para preparar la edad adulta. Desde la edad adulta hasta la vejez, nos encontramos en el periodo en el que madura la capacidad reproductiva y existen relaciones sociales y profesionales. En la vejez, también conocida como tercera o cuarta edad, las personas son físicamente más frágiles y necesitan más cuidados para su salud y descanso, por lo que en los pueblos bété e inca, los ancianos son importantes y siempre están rodeados de otros familiares. En ambas comunidades, la familia extensa conserva su importancia social.
Primero, está el espacio del nacimiento, luego el del crecimiento y finalmente el de la muerte. El hecho de la creación se ve con la idea de la percepción del mundo de ambos pueblos. El significado de lo anterior es la referencia al Creador, lagô en Bété y viracucha en Inca se encuentran en la cima de todo lo creado: « wroa wroa li » en Bété y « Hanan Pacha » en quechua. Desde allí crean todo y permanecen en toda su creación.
Luego viene el espacio del nacimiento. Es, pues, como el segundo momento de la creación de los seres. Esta dimensión se refiere al inicio de la totalidad de los seres vivos: el espacio de crecimiento está vinculado a la dimensión de conservación, restauración y recreación de todo lo creado. Por tanto, es la dimensión de la fecundidad la que sostiene toda la existencia. Es el espacio de crecimiento y madurez de los seres. Por último, es el espacio de la muerte. Es el sentido de conclusión, de finalización, de llegada, de una etapa en la vida de los seres. En realidad, es el espacio de proyección al principio, después de la conclusión de una etapa de la vida, por lo que vemos un ciclo continúo sin fin.
La muerte es como una conclusión, un cumplimiento y una culminación de una etapa de la vida. Es la llegada de un momento de permanencia en la existencia del ser humano. Para los Bété e Inca, la muerte nunca es el fin o el término del ser, es la continuidad del ser dentro de la totalidad existencial y universal. Es en este sentido que los pueblos andinos entienden la muerte como un viaje a otra dimensión de la vida. A pesar de ello, no es posible abandonar este mundo. Los muertos viven en una atención y relación permanente con sus seres queridos y la comunidad. A través de los espíritus, se puede llamar a los muertos en tiempos de necesidad. A partir de entonces, se percibe mejor el sentido de la trascendencia y la inmanencia del espíritu de los seres. Después de la muerte, se puede estar tanto en el más allá como en el mundo de los vivos.
Consideramos que la experiencia de la muerte es una parte muy importante de la vida. Es importante para quienes llegan a ese momento de morir y dejar a sus seres queridos, y también es importante para la propia comunidad que ve desaparecer a un ser querido, quien no volverá a vivir. Estamos hablando de una experiencia personal y comunitaria que afecta o beneficia a todos. Lo importante es morir naturalmente, ser bien atendido en la muerte y después de la muerte. En nuestras comunidades, los funerales son realmente festivos. Hay abundancia de comida, bebida, colaboración y solidaridad comunitaria, y se gasta mucho dinero. Hay que cuidar al difunto, celebrar y acompañarle con todo lo necesario. «Tiene derecho a una buena atención. En este sentido, las almas tienen sus propias exigencias, según sus costumbres y tradiciones conservadas en vida» Bascopé (2001, p.3). En este sentido, debemos mostrar atenciones al difunto como una respuesta tanto al dolor del alma como al significado de la muerte, en la percepción andina de la misma.
Conclusión
Los ritos funerarios caracterizan fundamentalmente a un pueblo. Y muchos pueblos del mundo comparten ciertos rasgos en la realización de sus ritos funerarios, como ha mostrado este estudio con los Bété de Costa de Marfil y los Incas de Perú.
En efecto, en el caso de los ritos funerarios bété e incas, existe similitudes como la concepción del ser humano, su creador, la vida después de la muerte y su posición social, es decir, su importancia en la sociedad en la que vivía. De ahí, la realización de ritos para facilitar el viaje del alma del difunto al nuevo mundo, llamado kouyadoukou en pueblo bété y huaca en pueblo inca. Los ritos funerarios en estos pueblos comienzan con el tratamiento del cuerpo, luego el velatorio y finalmente el entierro, tres etapas que se conciben como una forma importante de logro social. En esta última, los reyes, los jefes, los guerreros y los intelectuales son los más respetados y, por lo tanto, merecen un trato especial, es decir, cuando mueren, se celebra un gran funeral.
Sin embargo, es evidente que haya una diferencia: el anuncio de la muerte de una persona importante con tambores y armas, el gasto de mucho dinero con la compra de un ataúd muy caro, la construcción de una tumba a la escala de su importancia en el pueblo bété, mientras que los Incas proceden a la momificación de los restos y a la caída de las tumbas para recuperar los restos momificados de sus reyes para que puedan participar en las actividades de la población. Durante los funerales, los Incas sacrifican a personas y animales, simbolizados por el perro negro. El sacrificio humano se refiere a las esposas y sirvientes del rey fallecido para que le sirvan en su nueva vida.
REFERENCIAS DOCUMENTALES
Artículos
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