Infundibulum Scientific

FORMAS Y FUNCIONES DEL EPITAFIO EN LA SILVA CURIOSA

Diallo KARIDJATOU
Enseignante-Chercheure
Universidad Alassane Ouattara

Resumen

Muy en boga en el siglo de oro, el epitafio como género epigramático solía aparecer en obras de escritores famosos y no tantos, de pintores, poetas, novelistas, etc., cuyo objetivo principal era sobreponerse a la presencia constante e inmutable de la certera muerte e intentar así desmitificarla para aliviar a sus contemporáneos. La Silva curiosa de Julián de Medrano que no se queda al margen de esa práctica áurea, es una obra miscelánea compuesta por una gran variedad de géneros literarios como novelas cortas, cuentos, poesía, e innumerables epitafios. En este artículo que se inspira de los aludidos epitafios cuyas peculiaridades discursivas y métricas nos llaman la atención, pretendemos catalogarlos a partir de determinados criterios de selección y de su función en la obra con la finalidad de destapar sus usos y propiedades insólitos a la vez que repasar sus utilizaciones clásicas.

Palabras clave: Julián de Medrano – Silva curiosa – Miscelánea – Poesía española – Epitafios.

Approches formelle et fonctionnelle de l’épitaphe dans la Silva curiosa de Julian Medrano

Résumé

Très en vogue en Espagne au siècle d´or, l´épitaphe comme genre épigrammatique était utilisée par les artistes, écrivains, poètes, peintres etc., en quête de voies et moyens pour surmonter la certitude d´une mort implacable et omniprésente, dans le but de la démystifier et atténuer ainsi son impact sur leurs contemporains. La Silva curiosa de Julian de Medrano qui répond en partie à ce dessein d´évasion, est une miscellanée constituée de plusieurs genres littéraires : nouvelles, contes, poèmes et de nombreuses épitaphes. Dans cet article qui s´inspire desdites épitaphes dont les singularités scripturales et métriques ne nous laissent pas indifférents, nous envisageons de les inventorier et les classer selon certains critères formels et leurs fonctions dans l´œuvre afin de révéler quelques-unes de leurs utilisations inhabituelles tout en révisant leurs usages classiques.

Mots-clés: Julián de Medrano – Silva curiosa – Miscellanée – Poésie espagnole – Epitaphes.

Forms and functions of the epitaph in the Silvia curiosa

Abstract

Very much in vogue in the golden age, the epitaph as an epigrammatic genre used to appear in the works of writers, painters, poets, novelists, etc., whose main objective was to overcome the constant and immutable presence of death and thus try to demystify it to relieve their contemporaries. The Silvia curiosa of Julian de Medrano, who is not left out of this golden practice, is a miscellaneous work composed of a wide variety of literary genres such as short novels, stories, poetry, and many epitaphs. In this article, which is inspired by the aforementioned epitaphs whose discursive and metric particularities are remarkable, we intend to catalog them based on certain selection criteria and their function in the work in order to uncover their unusual uses and properties while reviewing their classic uses.

Keywords: Julián de Medrano – Silva curiosa – Miscellany – Spanish poetry – Epitaphs.

Introducción

La Silva curiosa[1] (1583), obra miscelánea del s. XVI, es «un libro caracterizado por la heterogeneidad de su contenido y su variedad temática» (A. Rallo Gruss, 1984, p. 159), es el único libro de la tabla de los siete anunciados en sus preliminares (J. Iñiguez de Medrano 1998, pp. 77-78) que su autor, Julián de Íñiguez de Medrano, consiguió escribir y publicar. Es una obra que se estructura en cuatro secciones independientes que, si no respetan «ningún plan ni orden previo» (L. Rodríguez Cacho 1993, p. 161), son complementarias ya que su variedad y diferencia contribuyen a afianzar su carácter misceláneo: se trata de una sección paremiológica repleta de refranes, dichos, sentencias, motes y diversas expresiones de esa índole; una sección con relatos y poemas pastoriles; una sección de cuentos y apotegmas; y la última sección está dedicada al relato de los viajes del autor en busca de una importante colección de epitafios insólitos. Esta última sección de la Silva es la que inspira este artículo que pretende catalogar sus epitafios en español, francés y portugués a partir tanto de los criterios de selección de su autor, como de otros aspectos comunes: clase, forma, métrica, estructura y función. La base teórica de este artículo serán los estudios pormenorizados del tema realizados por Crespo Fernández (2014), Rodríguez Cacho (1996), López Poza (2008) y Favreau (1989). En base a dichos estudios, llevaremos a cabo un inventario no exhaustivo de los aludidos epitafios para no solo repasar sus usos y propiedades conocidos, sino también para destapar otras de sus vertientes no tan evidentes en la literatura áurea. La clasificación de nuestra selección de epitafios[2] se hará en dos apartados. El primer apartado se centrará en sus formas y el segundo en sus funciones.

  1. Sobre aspectos formales y métricos

Poesía de circunstancia enmarcada en los géneros elegíacos y panegíricos, los epitafios burlescos, en general, hacen gala de «una buena dosis de sátira o crítica personal o social» (J. Matas Caballero, 2001, p. 434) que, en la Silva curiosa, se dobla de irreverencia hacia el difunto cuya muerte es la fuente de inspiración de unos relatos escabrosos con los que Medrano pretende divertir al lector (M. Alcalá Galán, 1998, p. 77). En efecto, a lo largo de su Silva Medrano hace hincapié en la clase de material que incluye en la misma, insistiendo en el adjetivo «curioso» que repite dos veces en el título original y varias veces en el relato de sus viajes en busca de material epigráfico. Su inquietud por descubrir cosas extrañas, interesantes, raras e inusuales «para deleitar y recrear a la Reina» (p. 84), obviamente, es la que le mueve a la recogida de epitafios funerarios en verso o prosa. Culturalmente, se mueve entre ciudades de España, Francia, Portugal, Italia y Bélgica. Para llevar a cabo nuestra labor catalogadora, nos apoyaremos en las distintas categorías en las que su autor los clasifica en la última sección de la obra. Encontramos así, conceptos generalizados como «epitafios», o más específicos, como «epitafios curiosos» (p. 232); «epitafios graciosos» (p. 234); «epitafios ridículos y curiosos» (p. 297) y «epitafios antiguos y ridículos» (p. 308) que aluden a determinados tipos de paso a mejor vida en dicha sección: la «muerte desdichada» (p. 232) y la «muerte cruel y desastrada» (p. 230), entre otros. La curiosidad de los epitafios, la desdicha en la muerte, la muerte cruel, la sátira y lo absurdo, son básicamente algunas características de ese material epigráfico fuertemente burlesco y llamativo de la Silva por ostentar una escasez de compasión para con el difunto (lamentatio o consolatio casi inexistentes y predominio de la ironía), y por centrarse más en los motivos o las circunstancias que precedieron su muerte, y evidenciar un distanciamiento afectivo entre sus autores y el fallecido. Dentro de esta nomenclatura de epitafios mayoritariamente crueles, graciosos, anónimos, «pocos afectuosos» (N. Ballanta / D. Navarro, s/f, p. 6) y en tercera persona, los hay, resultantes de actos vandálicos, que aluden a sepulturas vacías («Cy gist derriere ceste porte /Une femme qui n’est pas morte[3]»…, (p. 300), mientras que otros que tienen esa misma finalidad, señalan el lugar donde no está enterrado el difunto a quien se refieren:

Bonnes gens qui par cy passez,

Priez Dieu pour Bretin Poirée,

Il n ‘est pas icy enterré,

Mais il a faict faire ceste croix[4]. (p. 307)

Pocos epitafios están escritos por el propio difunto, aunque la presencia de la figura de la idolopeya (en la que nos detendremos más adelante) puede sugerir lo contrario, y muchos son de amigos, familiares o desconocidos. Desde el punto de vista de su finalidad, se encuentran algunos que se mofan de los cornudos, ilustrados por los versos al general francés Ruzé («Cy dessoubs gist de vers usé /Le dejfunct general Ruzé,[5]»… (p. 300), y la dedicada a la tumba de Bertrán de Fuente Frida («Aquí yaze Beltrán de Fuente Frida:/Cornudo fue en la vida por su suerte»…, (p. 232); otros, seudo-biográficos exponen vicios o actos delictivos del difunto, como la violencia de género que acompañó a un picardo toda su vida («Chi gist Janotain Spiffame, /Qui toudis battoit sa femme[6],…», p. 304). Existen epitafios cuya finalidad consiste en explicar, relatar o aclarar las circunstancias que precedieron o justifican un fallecimiento. Eso se lee en el epitafio que relata la infeliz muerte por codicia de los dos compañeros del camino de Santiago enterrados en la ermita de la misma ciudad al que volveremos más adelante.

En esta clasificación caben los epitafios que maldicen abiertamente al lector/caminante. Este dístico recogido en la cueva de un pastor en Galicia que supuestamente indicaba la entrada de la tumba de la malvada Orcavella («Quien passare este agujero, /Nunca passe el año entero.», p. 291), o esta octava de la misma que junta maldición con amenazas, lo avalan:

Hombre maldito, loco y sin ventura,

¿Qué buscas por aquí? Perro malvado,

¿No sabes que quien passa aquel forado

A de morir de muerte amarga y dura?

En pago de tus passos y locura,

Tal ventura te doi que desdichado

Mueras antes qu’el año sea passado.

Por esso, busca presto sepultura. (p. 291)

Si la práctica de maldecir o bendecir al caminante, lector o viajero, es «una de las formas más llamativas para interpelarle» (B. Louzado Fernández, 1998, p. 216), nos parece que en estos dos epitafios de Orcavella, más que interpelarle, sirven para repelerle porque, según cuenta el pastor que informó al narrador de su existencia, nadie se atreve a acceder a su tumba por temor a confirmar con su propia muerte lo que se lee en los dos últimos versos de su inscripción sepulcral: «Mueras antes qu’el año sea passado. /Por esso, busca presto sepultura». Por eso, ni siquiera el autor implícito se acercó al lugar después de recibir el aviso del pastor, y se conformó con leer los aludidos versos en la cueva de su benefactor.

Entre los epitafios que llaman la atención por la singularidad de su contenido, está el siguiente que deja la libertad al difunto de elegir volver de entre los muertos en caso de no estar a gusto allí, supeditando su entierro a su propia voluntad: «Cy dessoubs gist mon compere Estiene, / S’il est bien là, qu ‘il s Y tiene, / Et s ‘il n ‘est bien, qu ‘il s ‘en reviene[7]» (p. 301).

Tocante a la métrica de los epitafios, en la adaptación del modelo latín al español, sus precursores se vieron «condicionados por la necesidad de brevedad y la conveniencia de poder dividir la estrofa en dos bloques que recogieran la narratio y la conclusio» (S. López Poza, 2008, p. 828). Si bien pocos epitafios de Medrano respetan totalmente esta norma, las formas breves que explotan abundan, empezando por los dísticos, «la forma típica de los epigramas sepulcrales» (S. Louzado Fernández, 1998, p. 221), que ilustran estos dos ejemplos: «Anima eius tenga bona ventura, / Pois qu ‘el carpo la tuvo amarga y dura.», (p. 236); «Ci gist Gaugier dict Brelinguette /Qui cy dessoubs les taupes guette[8].» (p. 302). En la expresión de la variedad métrica de los epitafios de la Silva, los dísticos codean las coplas:

Aquí iaze Sancho Elgida,

Tratante de Barcelona.

Monos le dieron la vida,

I al fin le mattó una mona. (p. 230)

Dentro de su variedad métrica, existen redondillas simples para epitafios cortos; la combinación de 7 y 8 redondillas respectivamente para los dos más largos que nos atañen (Testamento i epitafio de Rui de Sande (p. 233); «Aquí iazen, aquí están/ dos compañeros», p. 241); cuartetos («Cy gist le bon Froment en bonne terre[9]», p. 309); quintillas («Aquí yaze Ruiz Urgando.», p. 230), etc.

En cuanto a los recursos estilísticos y retóricos, además de las figuras de la ironía, de la exageración, la antítesis…, en las que nos detendremos en el segundo apartado, la manoseada figura medieval de la idolopeya que «hace hablar al muerto, poniendo en su boca la confesión de sus propias debilidades» (K. Scholberg, 1971, p. 241), le permite contestar a una pregunta colocada al principio del epitafio («¿Quién duerme aquí? Gil Vivanco. /Yo fui sastre, coxo y manco, …», p. 154) dándole una estructura dialogada, favorece también la transmisión de la última voluntad del fallecido en los versos testamentarios escritos en primera persona del singular de Ruiz Sande, «Testamento i epitafio de Rui de Sande», (p. 233). Los recursos más corrientes que acompañan dicha estructura son los habituales en los epitafios, es decir, prolífica utilización de fórmulas clásicas como los deícticos (Aquí yace, Ci-gist, …) que colocan enfáticamente al difunto en primer plano (E. Camacho Guizado, 1969, p. 197), y el tópico del peregrino/caminante a quien se pide inclinarse, pararse ante la tumba, rezar para el difunto («Bonnes gens qui par cy passez, / Priez Dieu pour Bretin Poirée», p. 307), o reflexionar sobre su propia vida, igual que queda plasmado en los dos últimos versos del epitafio sobre el cuerpo momificado del rico peregrino hallado en la entrada de la ermita de Oviedo («…Pansez quel compte vous randrez, /O passants, des maux que vous faictes[10]», p. 241).

  1. Función de los epitafios de la Silva curiosa

En las dos octavas tituladas «Al lector, Octava» y «Al lector, otra Octava» al principio de la obra (p. 84), se encuentran las dos funciones de la Silva que determinan su contenido: «el aspecto recreativo […] y su índole reveladora» (L. Lee, 2011, p. 196]. Referente a la función recreativa, tiene mucho peso en la obra porque Medrano insiste en ella en la epístola a la reina Margarita de Navarra en los preliminares, y varias veces, la recalca a lo largo de la obra: «[…] Pero al fin, desseando en todas cosas conformarme a su desseo, no hallando cosa que para su servicio me sea diffícil ni trabajosa (y conosciendo que Vª· Mªd. se recrea naturalmente en cosas diversas y curiosas… de poner cosas que me paresce serán a Vª Mªd. recreativas y gustosas» (J. de Iñiguez de Medrano, 1583, p. 74). Por lo que la función recreativa es, a nuestro parecer, la que induce su composición. Esta intención entretenedora de la Silva a la que contribuyen mucho los epitafios se ramifica en algunas funciones que hemos elegido muy subjetivamente: las funciones cómica, atemporal, social, didáctica e informativa.

-La función cómica: también llamada «lúdica» por Gallego Barnés (1999, p. 210), es la que desempeña cualquier composición con «connotaciones burlescas o cazurras», es decir, la mayoría de nuestra selección de epitafios en francés, español y portugués que provocan la risa del lector por ridículos, graciosos, burlones, humillantes o chistosos, y donde el autor mezcla algunos mecanismos lingüísticos que «hacen posible y/o facilitan la codificación del sentido irónico [del epitafio] y su comprensión por parte de los receptores» (C. Marimón Llorca, 2003, p. 24) con la figura por excelencia de la burla y la sátira: la ironía. Entre los mecanismos más recurrentes están la hipérbole y la paradoja. La hipérbole aparece en algunos epitafios con aire de chiste, como éste en prosa que se ríe de la fecundidad de una mujer muerta a los 88 años, asegurando que había dado a luz a aproximadamente 295 hijos a lo largo de su vida, a pesar de quedarse viuda más de la mitad de aquélla. Las cifras descomunales e hiperbólicas que da el epitafio sobre los partos de la viuda reducen su credibilidad e intensifican la sátira de una fecundidad que parece «monstruosa» al autor implícito: Cy gist Iolland Bailli qui trespassa l ‘an Mil cinq cens quatorze, le quatre-vingts et huict de son aage, le quarante-deuxiesme an de son vefvage: Laquelle a veu, ou peu voir devant son trespas. Deux cents quatrevingts et quinze enfans issus d’elle[11]. (p. 307)

Es también ingeniosa la hipérbole irónica que se desprende del siguiente epitafio donde el gerundio, un tiempo verbal que expresa la duración, es utilizado en un afán por rimar el nombre del difunto «Urgando» con las costumbres viciosas que acabaron causando su muerte. La unión de la rima consonante un poco forzada con el gerundio forma, a nuestro parecer, una moraleja implícita sobre los efectos perjudiciales de los excesos en la vida:

Aquí yaze Ruiz Urgando,

En dura cama durmiendo.

Sus bienes gastó tragando,

Sus años passó cantando,

Perdió la vida beviendo. (p. 230)

Otra figura en estrecha relación con la ironía, la paradoja, se encuentra en el caso del valiente soldado portugués Brutaos quien representa el paradigma de «la valentía vencida en una muerte ridícula» (L. Rodríguez Cacho, 1996, p. 439) por sobrevivir a combates peligrosos y terminar muriendo en la cama de su querida Belgrada tras una tórrida noche de amor (p. 295):

Aquí iaze el gran Brutaos

Más valente que la espada.

Matou siete Castellaos,

Venció Moros y Pagaos;

Despois lo venció Belgrada.

El humor negro también participa de la función cómica de la obra porque los epitafios seleccionados para este artículo que se ríen de un tema tan serio como la muerte mediante sátiras y burlas sobre muertes violentas, crueles y curiosas, son unas «pequeñas narraciones morbosas que sirven para ¡seducir y divertir a una dama triste y frívola!» (M. Alcalá Galán, 1998, p. 225). Ese humor macabro que reflejan es patente en las burlas a la falta de clarividencia del astrólogo adivino de Redondella cuya ciencia no pudo avisarle de que el rapto de su mujer por el capitán Sempronio, «el más cruel cossario qu’en aquel tiempo reinava por toda aquella mar Océana» (p. 294), se concluiría con su propia muerte. El epitafio saca a relucir despiadada y graciosamente los fallos de su arte que aparentemente dominaba, pero que no le permitió adelantarse a la desgraciada que le acechaba. Lo más sorprendente de esos versos burlescos es que, al contrario de los tópicos del lector a quien se suele pedir una oración para el difunto, le prohíben rezar para él para no compartir el mismo destino cruel:

Epitaph. in Pseudoprophet. Marcolphum

Debaxo d’ este cachopo

Yaze el cuerpo sepultado

D’un adevino Astriloco

Que fizo muerte de loco

Pues quiso ser affogado.

Para otros fue singular,

Mas para él non fue sesudo

Pues no supo adevinar

Que aquí se avía d’affogar

Ni que havía de ser cornudo.

Su muger, la linda Almena,

Fue robada por Sempronio

Con dineros y cadena.

Su cuerpo guarda la arena,

L’ánima llevó el Demonio.

Viator no ai rogar a deos por eu.

Quia ab inferno nulla est redemptio,

Mas roga a Deos, que te dé mellor ventura.

-Una función atemporal: además de hacer de documento legal para la eternidad en los dos epitafios con valor de testamento de nuestra selección a los que aludimos anteriormente, según Favreau (1989, p. 223), los epitafios tienen dos funciones fundamentales: «la publicidad» con la que llaman la atención sobre el muerto y «la duración» porque le inmortalizan y perpetúan su recuerdo en la memoria de los vivos. Ambas funciones fundamentales son en parte los que inducen a escribirlos sobre la piedra, «la materia más resistente a la descomposición y la más perdurable» (M. Ruiz Trapero, 2013, p. 349), donde Medrano los recogió mucho después para su obra, dándoles mayor alcance y confirmando su carácter atemporal. La difusión y la perennidad de los epitafios se extienden a su constante papel recordatorio de la omnipresencia de la muerte como destino final de cualquier individuo, a invitarle insistentemente a sacar las lecciones oportunas de muertes ajenas y a reflexionar sobre la suya. De ahí, su función didáctica y aleccionadora.

-La función didáctica y divulgativa: la intención de Medrano cuando emprendió la escritura de la Silva, un libro repleto de «cosas diversas, curiosas, recreativas y gustosas» (pp. 74-75), era para entretener a la Reina usando el método del «enseñar deleitando» (A. Gallego Barnés, 1999, p. 209) que pondera la función didáctica de su Silva, obra acorde con el género misceláneo al que pertenece y cuya función intrínseca es divertir «a la vez que despabila el ingenio» (A. Rallo Gruss, 1984, p. 162). Por eso, en la misión de preceptista ocasional que se asignó, no solo pretende entretenerla con sus hallazgos epigráficos. Los epitafios constituyen así el punto de partida o el pretexto para enarbolar tópicos instructivos que preparan psicológicamente a los vivos para una mejor vida terrenal. Para ello, está el tópico vanitas vanitatis generalmente precedido por el de la figura del caminante a quien se dirigen súplicas e imprecaciones (R. Favreau, 1989, p. 207), y aleccionan (R. Favreau, 1989, p. 209; L. Rodríguez Cacho, 1996, p. 436), avisándole de la vanidad de la vida y sugiriéndole una vida ejemplar y piadosa. Lo ilustra el «epitafio agorero» (E. Crespo-Fernández, 2014, p. 33) recogido cerca del cuerpo momificado en la entrada de la ermita de Oviedo al recordar el carácter efímero de la belleza y exhortar a no cometer los mismos errores que el difunto para evitar dar cuenta a su creador tras su defunción: «Je fuz aussi beau que vous estes, /Et plus laid que moy vous serez:/Pansez quel compte vous randrez, /O passants, des maux que vous faictes[12]» (p. 241). Las enseñanzas que transmiten esos epitafios no giran exclusivamente alrededor de los estragos físicos del tiempo y de la muerte, sino que se fundamentan en todo lo que puede causar una muerte prematura o desventurada, como la de Beltrán de Fuente Frida quien sobrevivió a los cuernos que le puso su mujer, pero la mala suerte quiso que muriera tras recibir la cornada de un toro en la espalda. En esta muerte de Beltrán de Fuente Frida por una cornada, el malicioso juego de palabras “cornudo / cornada” da a entender que uno no puede escapar de su destino. De ahí, la graciosa, fatalista y avisadora moraleja que cierra los versos:

Aquí yaze Beltrán de Fuente Frida:

Cornudo fue en la vida por su suerte;

Otros cuernos después le dieron muerte.

Lector, guarte de Cuernos por tu vida. (p. 232)

La función didáctica de nuestros epitafios pasa por el uso de fórmulas breves y mnemotécnicas fáciles de recordar, como este pareado paremiológico con el que enterraron al caballo de un caballero navarro enamorado: «si los coxos d´amores mueren…». También aleccionan sobre las consecuencias trágicas que pueden provocar algunas tomas de decisiones o algunos defectos morales: eso es lo que trasmite el epitafio que un soldado picardo puso en el sepulcro del fraile de Laonnois que se enroló en la guerra porque tenía curiosidad por saber lo que era. Y, por ese afán de descubrimiento recibió, nada más empezar la guerra, un disparo de culebrina que le mató en el acto: Chi gist Messire Jean de Humeline. / S’il eust esté a Laon en Laonnois, / JI n ‘eust mie eu che cap de Colevrine. (p. 303)

– La función informativa: casi todos los epitafios que nos interesan informan sobre defunciones causadas por mano ajena, pocas son de muerte natural. Muchos de esos fallecimientos son accidentales y causadas por la mordedura de una mona rabiosa (p. 230); un disparo (la muerte del clérigo de Laonnois); el despecho (el astrólogo cuya mujer se llevó el pirata y a quien nos referimos anteriormente, o la joven embarazada que se dejó morir por tristeza: « Soubs ce tombeau /Un corps Gemeau/Gist d ‘une Dame:/En plus haut lieu, /Avecques Dieu,/Repose l’ame[13]», p. 301); la crueldad de una maga (la dolorosa y atormentada muerte del pastor gallego que la bruja Orcavella enterró vivo con ella para que le sirviera de colchón, p. 241); un toro bravo (la muerte de Beltrán de Fuente Frida). Un cielo envidioso también tiene su parte de responsabilidad en esas muertes prematuras, según se desprende de los versos a la tumba de una joven, virtuosa y hermosa monja:

Le corps de ceste jouvencelle

A esté mis soubs ce tombeau,

Elle estant jeune, douce, et belle,

Devote, et de gentil cerveau,

Mais quoy? le ciel en eust envie

Pour la vertu et saincteté

Dont elle decora sa vie:

Vraye marque d ‘Eternité[14]. (p. 305)

Algunos epitafios señalan a los maridos celosos como causantes de muertes accidentales. Tenemos, por ejemplo, el asesinato del cojo Vivanco por el marido de su amante (p. 154), y la muerte accidental del impotente astrólogo cuando descubrió que el pirata se había llevado a su mujer para siempre (p. 294).

La función informativa es también la función genérica de todos los epitafios narrativos ya que todos concluyen brevemente el relato de la vida del difunto con el que el autor los introduce y contextualiza. Lo que les convierte en una enorme fuente de información sobre el fallecido porque resumen su mala vida (Ruiz Urgando y la bebida, p. 230), indican sus fuerzas y flaquezas (el soldado Brutaos), además de dar informaciones básicas sobre él (E. Crespo-Fernández, 2014, p. 40): su nombre (Ruiz Beltrán, Vivanco, Preud´homme, Rizé…); su título (General); su oficio (militar, astrólogo, religioso, bruja, o rico mercader); su sexo y edad (mujer, hombre, joven); su estado civil de casado, divorciado o viudo, popularizan habladurías. En los versos recogidos sobre la tumba de una pareja que vivió en el incesto sin saberlo, el epitafio difunde los chismorreos de una comunidad:

Ci gist la filie, ci gist le pere,

Ci gist la seur, ci gist le frere,

Ci gist la femme, et le mari,

Et sin ‘y a que deux corps ici[15]. (p. 303)

Hay un epitafio entre los seleccionados para apoyar la función informativa que es una perfecta ilustración de la alianza pintura-poesía muy áurea: se trata del que acompaña y describe el cuadro que representa la desgracia de los dos peregrinos del camino de Santiago que murieron por codicia. El epitafio es «la explicación verbal de [dicha] pintura» (C. Mata Induráin, 2000, p. 293) dado que ayuda a su comprensión que, sin él, sería casi imposible, como lo da a entender el narrador en el relato que lo precede. He aquí 2 estrofas de los aludidos versos:

Aquí iazen, aquí están

Dos compañeros mezquinos,

Dos devotos pelegrinos

De los qu’a Santiago van.

Sathán, sotil y despierto,

Imbidioso de los dos

Por qu’eran siervos de Dios,

Les tentó en este desierto.

I les puso en su camino

Una bolsa de oro llena.

I assí, con esta cadena

Les ató el traidor maligno.

[…]

Y después de confessado

Y dado l’ánima a Dios,

Los enterraron los dos

Aquí dentro, lado a lado. (p. 241)

-La función social: Como producción escrita según unos criterios literarios y artísticos determinados por convenciones socioculturales propias a su época o a un periodo dado, nuestros epitafios no solo pertenecen a la sociedad renacentista y a la cultura humanista por la vertiente despreocupada que dan del tema de la muerte, sino también porque su contenido que nos informa sobre « les hommes et les femmes, leur vie, leur culture, leur foi, leurs mentalités[16]» (R. Favreau, 1989, p. 232) es revelador de muchos elementos de su memoria social y de su cultura (N. Balanta / D. Navarro, s/f, p. 2). De ahí su función social que Medrano pone en primera línea al reunirlos para entretener a la Reina y a su corte, como se acostumbraba a hacer en la época.

Conclusión

En los aspectos formales del material epigráfico clasificado en este artículo, sus recursos humorísticos y sus funciones, lo que predomina son la curiosidad, la sátira y el humor que rodea la muerte, sea accidental, prematura o intencional. Todos los epitafios que elegimos para ilustrar esos aspectos tienen un fuerte componente cultural común a los países donde Medrano los encontró durante su viaje porque comparten una misma práctica sociocultural con los versos epigráficos: burlarse del difunto, satirizarle, utilizarle para aleccionar a los vivos, etc. Si son escritos sepulcrales que tienden a sacudir al lector por su lenguaje directo, abrupto y despiadado, no dejan ser parte de una obra que pregona su identidad miscelánea mediante la mezcla de varios géneros literarios y de un tema tan importante como la muerte con versos y relatos burlescos sola para entretener a la reina Margarita de Navarra. Ahí reside la peculiaridad de la sección epigráfica de la Silva curiosa que permite a su autor aunar dos vertientes de la vida aparentemente opuestas: lo serio y lo gracioso.

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    1. Título original: LA SILVA CURIOSA DE JULIÁN DE MEDRANO, CAVALLERO NAVARRO: en que se tratan diversas cosas sotilíssimas, y curiosas, mui convenientes para Damas, y Cavalleros, en toda conversatión virtuosa, y honesta. Todas las referencias a esta Silva se harán a partir de la edición de Mercedes Alcalá Galán (1998).
    2. Cabe señalar que un mismo epitafio puede servir para ilustrar distintos aspectos abordados en esta clasificación porque encajan en varios ellos.
    3. Nota de la traductora: Aquí yace detrás de esta puerta / una mujer que no está muerta.
    4. Nota de la traductora: Buena gente que por aquí pasáis / rezad a Dios por Bretin Poirée, / no está enterrado aquí, / pero encargó esta cruz.
    5. Nota de la traductora: Aquí debajo yace con verso usado / el general Ruzé.
    6. Nota de la traductora: Aquí yace Janotain Spiffame, / que todos los días pegaba a su mujer.
    7. Nota de la traductora: Aquí yace mi compadre Estienne, / si allí está a gusto, qué se quede, / y si no, qué regrese.
    8. Nota de la traductora: Aquí yace Gaugier llamado Brelinguette / quien aquí abajo acecha los topos.
    9. Nota de la traductora: Aquí yace el buen trigo en tierra fértil.
    10. Nota de la traductora: Pensad en las cuentas que daréis, / oh caminantes, de los daños que hacéis.
    11. Nota de la traductora: Aquí yace Iolland Bailli quien murió en 1514, a los 88 años de edad que equivalen a su cuadragésimo segundo año de viudez: la que tuvo o pudo haber tenido antes de su fallecimiento doscientos noventa y cinco hijos.
    12. Nota de la traductora: Fui igual de guapo que vosotros, / Y más feo que yo seréis: / Pensad en las cuentas que daréis, / oh caminantes, de los daños que hacéis.
    13. Nota de la traductora: Debajo de esta tumba / un cuerpo gemelo / yace de una dama. / En lo más alto, / con Dios, / descansa el alma.
    14. Nota de la traductora: El cuerpo de esta jovenzuela / fue enterrado en esta tumba, / siendo joven, dulce, y guapa, / devota y gentil, / pero ¿qué? Le gustaba al cielo / por la virtud / con la que adornó su vida: / verdadera marca de la eternidad
    15. Nota de la traductora: Aquí yace la hija, aquí yace el padre, / aquí yace la hermana, aquí yace el hermano, / aquí yace la esposa, y el marido, / pero si solo hay dos cuerpos aquí.
    16. Nota de la traductora: los varones y las hembras, su vida, su cultura, su fe y sus mentalidades.