Infundibulum Scientific

GIBRALTAR, UN TERRITORIO BRITÁNICO EN ESPAÑA

Gibraltar, a britsih territory in Spain

Gibraltar, un territoire britanique en Espagne

Dr. KOUAME N’Guessan Germain
Université Félix Houphouët-Boigny
Laboratoire de Littérature et Écriture des Civilisations,
Département d’Études Ibériques et Latino-Américaines
kouamegermain1@hotmail.fr

Résumé

Mots-clés, Keywords, Palabras clave

Gibraltar-España-británico-tratado-Utrecht
Gibraltar-Spain-british- law-Utrecht
Gibraltar-Espagne-britannique-traité-Utrecht

TEXTE INTÉGRAL

Introducción

En la antigüedad, Gibraltar era un promontorio, una de las dos míticas columnas de Hércules. Varios años después, es renombrada como montaña de Tariq en recuerdo del general Táriq Ibn Ziyad quien dirige el desembarco de las fuerzas del Califato Omeya de al-Walid I en 711 en este lugar. La invasión musulmana de Europa comienza en la Bahía de Gibraltar, donde los visigodos en conflicto con sus hermanos ayudan a los musulmanes prestando sus naves al jefe bereber Tariq Ibn Ziyad. Gibraltar ha permanecido bajo dominación musulmana durante más de siete siglos. Durante la Reconquista, los Reyes Católicos: Isabel y Fernando obtienen la victoria definitiva en Gibraltar en 1462 y este territorio, ubicado en Andalucía, se convierte en propiedad de la Corona de Castilla en 1501. Pero dos siglos más tarde, Gibraltar pasa definitivamente entre las manos de Inglatera con la firma del Tratado de Utrech que pone fin a la Guerra de Sucesión al trono. A partir de lo dicho, nos planteamos la siguiente pregunta: ¿Cómo Gibraltar, un territorio español, ha pasado ser una ciudad británica? ¿En qué medida es la Guerra de Sucesión la fuente principal de la pérdida del territorio español a favor de Inglatera? Intentaremos contestar a lo largo de nuestro trabajo usando el método histórico que permite “comprender situaciones del pasado que afectan al presente” (E. Montanares Varga, D. Llancavil Llancavil, J. Mansilla Sepúlveda, 2020, p. 51). Nuestra hipótesis parte de la idea de que la Guerra de Sucesión española, de 1701 a 1713, es visto como la fuente principal del problema en torno a Gibraltar. El objetivo se centra en la exposición de los principales acontecimientos que explican la pérdida de este territorio por parte de los españoles a favor de Gran Bretaña. El primer eje consiste en ver la ubicación de Gibraltar y el contexto histórico de la Guerra de Sucesión, en el segundo, enumerar las razones del conflicto y su desenlace y, en el tercer eje, evocar la postura de España ante Gibraltar desde el siglo XIX.

  1. Ubicación de Gibraltar y el contexto histórico de la Guerra de Sucesión

Gibraltar cuyo nombre ha sido dado al estrecho, es un territorio británico de ultramar. Está situado en una pequeña península del extremo meridional de la Península ibérica. Se coloca al este de la bahía de Algeciras y se alarga sobre la formación geológica del peñon de Gibraltar situado frente a uno de los tramos marítimos con mayor tráfico del mundo. Tiene una ubicación estratégica frente al mar mediterráneo y el océano atlántico y a unos pocos kilómetros de las costas africanas. Tiene una frontera corta de 1,2 km con España. Cabe añadir que este territorio forma parte de un conjunto de territorios que la gente llama la familia británica, un grupo de 14 territorios conocido como territorios británicos de ultramar entre los que se incluyen las Islas Malvinas que reclama a su vez, Argentina. Sin embargo, Gibraltar, siendo un lugar estratégico, el interés inglés por el Estrecho se ha mantenido desde al menos medio siglo. En este sentido, A. Villalba Fernández (1994) insiste en la importancia para cualquier potencia poseer tal privilegio:

La zona comprendida por el estrecho de Gibraltar y sus accesos, que forma una de las áreas clásicas de marcado carácter geoestratégico facilita a quien posee su control una notable influencia política y militar a la vez que posee unas indudables conotaciones de corte económico. Sus características como vía de unión entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo constituyendo la única vía de entrada y salida de agua de este último, así como el hecho de ser la vía más corta de enlace marítimo entre Europa y África dotan a esta zona de una peculiar personalidad, recogiendo una densidad de navegación marítima de las más elevadas del globo (p.260).

 

 De ahí las pretensiones del jefe militar inglés Cromwell sobre Gibraltar y el dominio efectivo pero pasajero sobre Tánger evidencian la aspiración inglesa de tener una base en la zona para controlar el tráfico entre el Mediterráneo y el Atlántico, inquietar el comercio español con sus territorios americanos y potenciar la red de factorías y colonias que Londres está urdiendo alrededor del mundo. La captura de gibraltar por los ingleses representa una verdadera victoria, un sueño cumplido. La opinión del embajador inglés, citada por C. Anguita Olmedo (1994), lo confima:

Mi opinión es que, si la situación en Europa obliga a una paz en la que no se deje a la monarquía española en posesión de Carlos III, Inglaterra no debe nunca enajenar Gibraltar, que siempre será una garantía para nuestro comercio y nuestros privilegios en España (p. 16).

La lucha por Gibraltar es legítima. Esta disputa toca a la vez las zonas marítimas y las zonas alrededor de la roca mientras que Reino Unido las reclama. (A. Del Valle Gálvez, 2020 p.34). España no quiere perder este territorio con sus aguas marítimas que considera como soberanas. Además, no puede aceptar la presencia de la flota inglés en su territorio puesto que representa un verdadero peligro. Para Reino Unido, que se convierte en una potencia mundial, poseer Gibraltar es una gran ventaja. Le permite asegurar la ruta mediterránea hacia Oriente.  Y, desde su ocupación en 1704, pasando por su legitimación en el tratado de Utrecht en 1713 hasta hoy, Gibraltar ha influido las relaciones exteriores de España en general y en particular con Reino Unido. Durante las negociaciones secretas que preceden a la muerte de Carlos II, el rey inglés Guillermo III garantiza a Luis XIV su aceptación de la candidatura de Felipe de Anjou a cambio de las plazas de Mahón, Ceuta, Orán y Gibraltar, y el rey francés está dispuesto a ceder las dos primeras. En efecto,

 

Desde un principio, Luis XIV y Guillermo III de Inglaterra pensaron en proceder a un reparto de los distintos territorios de la Monarquía. Se firmaron dos tratados secretos entre ambos monarcas (…) La esencia de ambos era el reconocimiento de uno de los candidatos como rey de España y de las Indias y la indemnización a los demás con los dominios españoles en Europa (M. A. Ruiz Ortiz, 2010 p. 3).

Ahora bien, la sorpresa es grande porque cuando muere Carlos II y se conoce su último testamento, las ofertas son rápidamente olvidadas. Una vez reconocido Felipe V, Londres mantiene una doble línea diplomática:al tiempo que se suma y organiza la Gran Alianza contra Luis XIV, en el mismo Versalles ofrece su reconocimiento a Felipe V a cambio de medidas y garantías en el comercio con América y el Mediterráneo. Luis XIV va a provocar la reacción angloholandesa cuando arranca sin dificultad del nuevo rey español una serie de concesiones muy lesivas paralas potencias aliadas: Además, se hace nombrar procurador en el gobierno de los Países Bajos, ocupa plazas en la barrera holandesa y otorga a comerciantes franceses concesiones en el tráfico comercial con la América española. A pesar de que Guillermo III muere, incluso antes del comienzo de la guerra, los objetivos ingleses en la misma no varian, respondiendo a dos líneas de actuación. Se trata, por una parte, impedir que Francia se convierta en la potencia hegemónica en Europa y controle las colonias hispanoamericanas. Cabe señalar que las colonias francesas en Norteamérica representan un grave riesgo con respecto a la pervivencia de las colonias inglesas en la costa atlántica norteamericana.

Por otra parte, hacer realidad sus planes de presencia y control del Estrecho de Gibraltar y alcanzar beneficios en el comercio americano. Recordemos que la presencia de España en América, con la posesión de muchas colonias, es objeto de celos por parte de la mayoría de las potencias europeas de aquel entonces. Además, el Estrecho, muy cerca de sus costas, no complace a nadie. Para poner fin a estos privilegios, un grupo de países, pretextando la guerra de sucesión, inician una guerra para fragilizarla y repartir la gran Monarquía que, ahora no tiene los medios de su política y está en un estado de decadencia segura.

  1. Las razones de la guerra y su desenlace

La disputa sobre Gibraltar surge desde la guerra de sucesión española que es de hecho un gran conflicto europeo en el que participan más de seis países. Empieza cuando muere el rey Carlos II en 1700. Éste pertenece a la rama española de la casa real de Austria o casa de los Habsburgo y las potencias europeas no tardan en posicionarse sobre el futuro del poderoso imperio español tratando de proteger sus propios intereses. Por eso, se dividen en dos bandos apoyando a candidatos rivales parientes del reino español. De un lado, tenemos a España y Francia y, del otro, se posicionan Inglaterra, Holanda, Portugal, Alemania, y el propio imperio austriaco. La guerra dura en total doce años con numerosas batallas dentro y fuera de España. En efecto, el 1er de noviembre de 1700, muere Carlos II de España y el monarca francés trafica para que su nieto Felipe de Anjou sea designado como rey de España con motivo de extender la influencia francesa en Europa. Como el rey que fallece no tiene descendencia, designa a Felipe para sucederle. Los partidarios de la casa de Austria toman eso como causa para declarar la guerra a España y Francia. Es el inicio de la guerra de sucesión como lo subraya Seco Serrano, citado por C. Anguita Olmedo (2004), en estos términos:

No cabe la menor duda de que, de no mediar su testamento se hubiera realizado el reparto: la liquidación de la gran Monarquía parecía el obligado y triste final, un proceso de decadencia-digamos mejor de agotamiento-, que había puesto, de relieve, muchos años antes, la incapacidad del Estado de los Austrias para defender el conjunto de sus intreses territoriales europeos (p. 49).

Ante la debilidad del ejercito español, una flota angloholandesa de cincuenta buques de guerra se coloca muy cerca de Cádiz a finales de agosto de 1702; ésta es dirigida por el almirante inglés sir George Rooke quien conoce bien la zona por haberla visitado con antelación, respaldado por el almirante holandés Allemond y unos catorce mil hombres al mando del duque D’Ormond. El objetivo proyectado es apoderarse de la plaza y convertirla en el centro de apoyo a la causa austriaca en el sur peninsular. Tal situación contribuirá a levantar toda Andalucía. Sin embargo, en el caso de que esto no llegue a producirse, podrá garantizar una importante presencia, una vez que la supremacía marítima se da por conseguida y Cádiz puede ser sostenido fácilmente por mar. A las tropas expedicionarias deben unirse desde Lisboa el príncipe de Hesse-Darmstadt, cabeza institucional de la operación a título de virrey, y el almirante de Castilla, conde de Melgar, lo que reforzará la posición aliada.

No están claras las razones por las que tal ataque no se llega a producir tal como ha sido concebido; fuentes castellanas hablan de la reacción de la nobleza y el clero andaluces, capaces de levantar numerosas tropas en todas las provincias, una vez que la capacidad de la Corona se encuentra muy mediatizada con la ausencia de Felipe V en viaje por las posesiones italianas para conseguir su adhesión. Aunque dicha reacción haya podido producirse, el desplazamiento de una mínima tropa de auxilio suficiente para hacer frente a las tropas de desembarco haya necesitado un tiempo excesivo. De igual modo, las capacidades del ejército regular, a la orden del capitán general de Andalucía, apenas suman ciento cincuenta infantes y una treintena de caballos. Por último, las defensas dinámicas de la ciudad de Cádiz están en manos de una tropa que no supera los trescientos efectivos. Más probable es que el plan de ataque sufra los inconvenientes de una falta de liderazgo clara y se produzcan divisiones entre los distintos jefes aliados; así se explica que el ataque ni siquiera llegue a producirse.

Sin embargo, en la primavera de 1704, las cosas han cambiado: en septiembre de 1703 ha sido coronado en Viena el archiduque como rey de España, Carlos III; el mando de las operaciones está mucho más coordinado y, aunque la presión militar en distintas regiones europeas continúa. Los aliados toman la lógica decisión de trasladar a suelo español la contienda: la causa del archiduque no podrá ser popular si Felipe V cuenta con el reconocimiento de todos los territorios españoles. El objetivo de los aliados es no sólo ya la derrota de Luis XIV, sino convertir la guerra de Sucesión en una guerra civil entre españoles; dando por sentado el apoyo castellano a Felipe V, se cuenta con levantar la zona sur y los reinos de la Corona de Aragón, cuyo tibio acatamiento hace albergar expectativas a las potencias que han reconocido a Carlos III.

Con la entrada de Portugal en la Alianza, el archiduque se ha trasladado desde Viena hasta Lisboa con la intención de entrar en territorio español para ser reconocido rey por alguna institución, lo que le permitirá salvar la falta de legitimidad fáctica que la causa borbónica sí ostenta. El 9 de marzo el archiduque hace público un extenso manifiesto en el que se ofrece para liberar a España del peligro en que está de caer en la esclavitud. (A. Martínez Pereira, 2008 p.175). El emperador, el Imperio, la Inglaterra y la Holanda le envían un legítimo rey; y un mes después pone en práctica el proyectado plan: conquistar un centro de poder peninsular que lo reconozca como legítimo rey.

Ya en 1702 se inician los preparativos por agentes holandeses para un desembarco aliado en algún punto de las costas andaluzas, posiblemente Cádiz, en connivencia con el almirante de Castilla, conde de Melgar, partidario del archiduque Carlos. (J. Albareda i Salvadó, 2010). Entre 1702 y 1714, se desarrolla una guerra que desborda con mucho las fronteras españolas, aunque sea la Corona hispánica el fundamental objetivo. En Europa es una contienda de fuerzas aliadas para frenar la extensión de la potencia francesa. en España, es una guerra civil en defensa de dos candidatos al trono, pero, en el fondo, se encuentra la oposición de algunos territorios a perder las singularidades y autonomías que han perdurado bajo los Austrias.

En Carlos II, el último rey de esta dinastía, se concentran los efectos negativos de la feroz consanguinidad matrimonial seguida entre las dos ramas de los Habsburgo, la española y la austriaca. Pero, no sólo su debilidad física explica el triste final de su reinado. El siglo XVII es un acelerado declive en todos los campos de la anterior fortaleza española: la disminución de las rentas americanas hizo mermar directamente las capacidades de la monarquía; la concentración en latifundios a través de los mayorazgos y manos muertas a lo largo del siglo XVI hizo disminuir la población agrícola, lo que en un sistema arcaico conlleva la reducción de la producción agraria; de igual modo, la producción industrial disminuye considerablemente, impidiendo sostener un adecuado mercado con los virreinatos americanos inclinados, lo que produce la reducción de los ingresos y el paulatino empobrecimiento del país.

El aumento de los ejércitos y, en consecuencia, el coste de las guerras dispara los gastos de una política de gran potencia, lujo que España ya no puede permitirse. Finalmente, la monarquía de Carlos II manifiesta el debilitamiento moral que han alcanzado todos los niveles de la administración, detentados mediante designación o compra por una nobleza que tras un siglo de validos contempla la cercanía a la Corona más como un medio de enriquecimiento y preeminencia que como el necesario complemento a su identidad originaria. El resultado de esta decadencia es percibido por el resto del continente.  España está a finales del XVII enferma. El reparto de cuya descomposición ya se disputan el resto de las potencias. Sin embargo, el corolario de este retrato no se puede explicar sin el desencadenante del final de los Austrias con la muerte de Carlos II sin descendencia.

Nacido con una salud precaria, Carlos II arrastra a lo largo de su vida una salud quebradiza que mediatiza su personalidad y sus capacidades. Con la influencia de su madre, la reina Mariana de Austria, también contribuye a incrementar sus limitaciones naturales. Carlos II se casa en primeras nuncias con la princesa francesa María Luisa de Orleáns, pero su muerte en 1689 le obliga a un segundo matrimonio que permita la concepción de un heredero. En esa ocasión, es elegida María Ana de Neoburgo, pero pronto se disipan las esperanzas de descendencia.

La sucesión al imperio español, territorialmente más extenso que ningún otro de los que acumulan las potencias europeas, comienza a ser el primer tema de atención para las cortes del continente. Las soluciones propuestas están en contra de los equilibrios alcanzados, entonces son combatidas por la potencia excluida y cuentan con la oposición frontal de Inglaterra y Holanda, las potencias marítimas: una restaura de hecho la monarquía imperial de Carlos V y la otra significa la extensión del poder francés hasta límites antes no soñados.

En consecuencia, desde Madrid se propiciaba como más factible la solución bávara; esta opción cuenta con el apoyo inglés, si bien, para hacerla más asumible por las otras dos candidaturas, desde Londres se introduce la idea del reparto, que en principio es respaldada por Luis XIV. La respuesta desde Madrid es la redacción de un testamento en el que se otorga la sucesión a la integridad de la monarquía española a José Fernando de Baviera que muere a comienzos de 1699, dejando la cuestión sucesoria en una situación aún más comprometida. (M. A. Ruiz Ortiz, 2010).

Reiterado por las potencias el propósito del reparto, las intrigas en la corte del moribundo Carlos II no impiden que se imponga la solución más factible para conservar la independencia e integridad de la monarquía española. Es la razón por la cual el rey firma un testamento en el que establece el orden sucesorio en favor de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, con la expresa prohibición del reparto y de la unión en una sola cabeza de las Coronas española y francesa el 3 de octubre de 1700. Muerto Carlos II un mes después, el rey francés acepta el testamento aun conociendo que eso implica la guerra contra el emperador. Es el inicio de una guerra internacional que en suelo español se convierte en guerra civil con fuerte apoyo externo. A. Olmedo Concepción (2004) no dice lo contrario cuando afirma:

La falta de un heredero directo unido a la codicia de los posibles sucesores dividió a Europa en borbonistas y habsburguistas, y convirtió un acontecimiento sucesorio nacional en-guerra internacional europea y en una guerra civil española entre los partidarios de Felipe de Anjou y los del archiduque Carlos de Austria (p. 29).

Felipe V entra en Madrid en febrero de 1701 siendo reconocido como nuevo rey. En principio también es reconocido por Inglaterra y Holanda; pero al mismo tiempo estas potencias urden la Gran Alianza (Imperio Germánico, Inglaterra, Holanda y posteriormente Portugal), lo que provoca el estallido de la contienda en mayo de 1702 (J. M. González Beltrán, 2004, p.75-120). La guerra de Sucesión se prolonga hasta 1714, en un marco que desborda el escenario español de hecho.

La primera fase (1702-1703) se desarrolla fuera de España (ataques borbones en Italia, ocupación de Saboya, intento de expedición contra Viena). Con la entrada de Portugal del lado de la alianza antiborbónica el suelo español se convierte en el escenario principal de la contienda, con la sublevación de los territorios de la Corona de Aragón y la toma inglesa de Gibraltar y Menorca; mientras en el escenario europeo las fuerzas aliadas causan las primeras derrotas importantes a Luis XIV (Höchstädt, Ramilliers, Blenheim).

A partir de 1708, la última fase de la guerra tiene los frentes orientales franceses como focos principales de la acción bélica, siempre con reveses importantes para Francia. Sin embargo, en el frente aliado se producen cambios profundos. En Londres interviene un cambio de gobierno. Este está más preocupado por solucionar el problema sucesorio interno. En los países aliados no existe el menor interés en ver reconstituida la potencia imperial de un nuevo Carlos V, mientras que se sabe que la debilidad financiera de Francia le obliga a aceptar sacrificios a cambio del reconocimiento de Felipe V.

A mediados de 1712 se firma el armisticio anglofrancés y durante el año siguiente un Congreso reunido en la ciudad holandesa de Utrecht negocia los tratados de paz de Francia y España con los países aliados, aunque con el Imperio no se alcanza la paz hasta septiembre de 1714 (paz de Rastadt); fecha en la que también finaliza la guerra en España. Al término de este tratado, El sistema de paces de Utrecht divide de facto la herencia española e impide la unión dinástica de las coronas española y francesa; por encima de cualquier otro valor, se sienta las bases para un nuevo equilibrio europeo, aun derrotada, Francia sigue siendo poderosa. Austria incrementa sus territorios en Italia y Países Bajos; e Inglaterra puede centrar toda su atención en la expansión comercial ultramarina. España ha sido el gran país sacrificado, despojado de sus posesiones europeas y mutilado su propio territorio con la obligada cesión de Menorca y Gibraltar.

En definitiva, el Tratado de Paz entre España y Gran Bretaña es ratificado por las partes el 13 de julio de 1713. En él, Gran Bretaña realiza una sola concesión: el reconocimiento de Felipe V y su descendencia como legítimos reyes de España, lo que supone la ruptura con el pretendiente y ya emperador Carlos. Por su parte, el reino de España realiza tres concesiones principales:

  1. a) Políticas: España reconoce a Ana y sus descendientes como legítimos reyes de Gran Bretaña.
  2. b) Económicas y comerciales: en el artículo XII el rey de España concede a la reina de Gran Bretaña la facultad, en exclusiva y por un periodo de treinta años, de introducir esclavos negros en determinados puntos de las colonias españolas en América; ni españoles ni otros terceros países podrán participar en este comercio. Esta concesión lleva aparejado la entrega de un territorio en el Río de la Plata para el establecimiento de una compañía negrera, a su vez exenta del pago de impuestos y tributos. Por último, concede el navío de permiso, la posibilidad de introducir en las colonias americanas un navío anual que de hecho rompe el férreo monopolio del comercio español en América.
  3. c) Territoriales: España concede a Gran Bretaña la posesión y dominio absoluto de toda la isla de Menorca y la entera propiedad, sin jurisdicción territorial, de la ciudad y castillo de Gibraltar. Lo que en la guerra ha sido ocupado en nombre del archiduque ahora es ganado diplomáticamente por Gran Bretaña, sumando a su tenencia de hecho la legitimidad de la concesión. Como lo vemos, la derrota impone medidas arbitrarias. Al perder la guerra, los vencedores obligan a España a ceder una parte de su territorio que es Gibraltar, lugar estratégico ocupado por Reino Unido. Pero, desde aquella época hasta hoy en día, España sigue reclamando la soberanía de esta zona estratégica. Ante el control británico sobre Gibraltar, España intenta reconquistar su territorio perdido; lo que muestra su posición vigente sobre el caso de Gibraltar.
  4. Gibraltar ante España desde el siglo XIX

A pesar de los limites geográficas indicadas por el Tratado de Utrecht, observamos que, muy temprano, Reino Unido procede con prontitud a ocupar una extensión territorial más allá de lo firmado en Utrecht. Así, en 1714, sólo un año después de la firma del Tratado, los ingleses ocupan los edificios de la Torre del Diablo y el Molino y, en 1723, el territorio situado al alcance del tiro de los cañones. Esto último efectuado en virtud de un supuesto derecho de defensa. La construcción por parte de España de los fuertes de Santa Bárbara y San Felipe a ambos lados del Istmo (y la línea defensiva que los une: la línea de Gibraltar) origina la conocida como zona neutral que se extende desde los citados fuertes hasta los límites del Peñón. A partir de aquel momento comenzó a consolidarse la presencia británica en la mitad de la zona neutral a una distancia de una bala de cañón, lo normal hasta finales del siglo XIX. Así, con razones diversas, Inglaterra ocupa más territorio que lo previsto en el tratado. Es lo que denuncia A. Remiro Bretóns (2004):

En 1908, Gran Bretaña erigió una verja para consolidar la apropiación de más de la mitad del brazo de arena y controlar mejor el tráfico de personas y en 1938, en plena guerra civil en España, construyó sobre él un aeródromo que penetra más de medio kilómetro en la Bahía. (…). La recuperación de Gibraltar seguía ocupando un puesto preferente en la lista de objetivos de la política exterior española con un sentido más testimonial que operativo (p. 35-36).

Más tarde, con motivo de la expansión napoleónica por Europa resulta imprescindible la alianza hispano-británica para contener a las tropas francesas. Por tal alianza, el 10 de enero fuertes edificados por los españoles para evitar que sean utilizados por el ejército francés para asaltar Gibraltar. Todo eso muestra que, según los intereses, las alianzas se forman y se deshacen. Todo esto, junto con la débil posición de España en el escenario internacional del siglo XIX, posibilita la ampliación de los límites legales de Gibraltar. En 1815 y 1845 España permitie, por razones humanitarias, nuevos asentamientos británicos más allá de lo pactado en el Tratado de Utrecht.

Dos epidemias de fiebre amarilla debilitan a los españoles posibilitando que los británicos instalen campamentos sanitarios fuera de la ciudad de Gibraltar, al norte del Peñón y en pleno Istmo. Tras las epidemias, los británicos afianzan ilegalmente su posición sobre la parte del Istmo ocupada. Esto ha sido denunciado por el embajador español en Londres.

Conviene decir que, desde esta firma, España ha intentado recuperar su territorio en numerosas ocasiones sin éxito tanto militar como diplomática. Gibraltar se ha convertido en una base naval clave de Reino Unido. Como territorio británico de utramar, no forma parte integralmente, pero está bajo soberanía británica. Los gibralteños tienen pasaporte británico y disfrutan de un cierto nivel de autonomía. Además, tienen una constitución desde hace más de cincuenta años, poseen un parlamento y un ministro principal electo que se encarga de los asuntos exteriores. Sin embargo, Reino Unido es el que que se ocupa de la seguridad y las relaciones exteriores, así como nombrar al gobernador de Gibraltar.

Cabe señalar que Reino Unido usa de estrategia para encontrar una terminología. apropriada para nombrar sus territorios situados lejos del país. Primero emplea colonias de la Corona como España para designar Gibraltar, después, territorios británicos dependientes y ahora territorios británicos ultramares. Reino Unido niega entrar en un proceso de negociación con España sobre su soberanía si los gibralteños lo quieren. Los gibralteños han expresado su deseo en dos ocasiones de seguir siendo británicos a través de dos referéndums distintos en 1967 y en 2002. Ahora bien, los españoles, a su vez, siguen viendo a Gibraltar como una colonia británica en el suelo español. Tal situación, que viola los principios de la libre determinación de los pueblos, necesita la restitución de la integridad territorial cuyos habitantes son de ascendencia española.

España añade que Reino Unido ha ocupado ilegalmente más territorio que lo convenido en el tratado de Utrecht. Hoy en día, la disputa sobre la soberanía se traducce en lo cotidiano por pequeños incidentes sobre los límites de las aguas territoriales; en tierrafirme no pasa nada en ambos lados de la aduana que los británicos llaman frontera y los españoles, verja. Cada día, la crucen numerosas personas que son por la mayoría trabajadores transfronterizos. El español y el inglés se mezclan en un espa-inglés local llamado llanito. Pero, el inglés es el único idioma oficial de Gibraltar. Tanto España como Reino Unido se comprometen a proteger los intereses económicos compartidos de la zona. Pero ahora, se abre un nuevo periodo con el brexit. En el referéndum de 2016, 96 0/0 de los gibralteños votan a favor de quedarse en la Unión Europea. Pero a nivel nacional, Reino Unido gana el brexit y se queda fuera del club europeo. Como Reino Unido ha salido de Europa, Gibraltar tendrá que arreglarse con España en negociaciones futuras con la Unión Europea.

Por eso, para facilitar la vida a los gibralteños, España y Reino Unido llegan a un principio de acuerdo para mantener el libre tránsito hacia y desde Gibraltar una vez que los británicos abandonen la UE. Así pues, ambos países acuerdan que Gibraltar se una a Schengen, el espacio europeo de libre circulación que integran 26 países (22 de la UE más Noruega, Suiza, Islandia y Liechtenstein) y del que Reino Unido nunca ha formado parte. Con esto se puede decir que ya no existe frontera entre España y Gibraltar por haber quitado la forja. Con tantas concesiones y tantos privilegios que España concede al territorio y a sus habitantes, no será una manera perniciosa de recuperar Gibraltar cuando sabemos que es su objetivo desde aquel entonces.

 

Conclusión

Podemos terminar nuestro trabajo diciendo que Gibraltar ha sido un territorio español perdido a inicios del siglo XVIII. Con motivo de la guerra de sucesión entre Felipe V y Carlos III, las potencias europeas nacientes, por sus intereses se meten en conflicto para defender respectivos intereses. Se trata, pues, de una guerra civil con ramificaciones internacionales entre partidarios de dinastías opuestas. La guerra termina con la firma del tratado de Utrecht. Según este tratado, Reino unido llega a poseer el Atlántico y el mediterráneo con la posesión de Gibraltar, pone las bases del nuevo imperio británico con concesiones territoriales y comerciales conseguidas en América. En España, asistimos a la intronización de la nueva dinastía borbónica en la persona de Felipe V con la pérdida de posesiones en Italia, Países bajos y Gibraltar. No ha podido conseguir la integridad territorial del imperio que se descompone cada vez más. La pérdida de Gibraltar constituye un desafío para todos los gobiernos sucesivos. Es por eso que muchas veces, tanto militar como diplomaticamente, han intentado recuperar esta parte del territorio, pero sin éxito. Pensamos que la nueva postura de los gibralteños que es, quedar en el espacio shengen ayudará a resolver el problema.

 

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